¿De dónde viene tu fuerza de ánimo y carácter?
Nací en Kenia. A los cuatro años me fui a vivir con mis abuelos. Mi madre, que trabajaba en un hotel de Mombasa, conoció a un belga y se trasladó a Bélgica con él. Yo me quedé con mis primos y sobrinos, en una pequeña casa sin agua ni electricidad. Mi madre enviaba dinero regularmente, y crecí en condiciones favorables. A los quince años, finalmente obtuve los documentos para reunirme con ella.
¿Cómo fue?
No puedo olvidarlo. Venía de un país donde había veinticinco grados, y llegué el 29 de diciembre con menos dos grados. No tenía amigos, la gente hablaba un idioma diferente, ¿cómo podía comunicarme con las personas a mi alrededor? Tenía un problema enorme. Quería regresar a África.
¿Pero luego encontraste pronto tu camino?
Sí, a través de la escuela. Pasé algunos meses en el Institut Saint-Guido en una clase para recién llegados y luego, tan pronto como pude, me trasladé al Instituto Don Bosco de Hal, cerca de Bruselas. Tenía que elegir un curso de estudios. Opté por la asistencia personal, una elección sorprendente para un chico; en realidad, hay muchas chicas en esa sección, pero yo no lo sabía. En Kenia cuidé de mi abuelo, que padecía Alzheimer. A posteriori, fue una elección sabia, sin la cual mi carrera deportiva nunca habría despegado.
Has dicho que quieres ayudar a las personas. ¿Es importante para ti?
Quiero ayudar a las personas y motivarlas. Solo se vive una vez, y en el mundo hay mucho sufrimiento y pobreza. Poco después de mi llegada a Bélgica, mi abuelo falleció. Eso me motivó a seguir adelante. Cuando hice prácticas en hogares de ancianos y hospitales, no solo hice mi trabajo, sino que también hablé con los pacientes. Los profesores lo notaron y me alentaron a hacerlo. Me ayudaron con los estudios. También siguieron mis progresos en la formación, se interesaron por las competiciones y me felicitaron por mis logros.
Tu primera carrera fue un verdadero desastre...
En la escuela solo hacíamos una vuelta al estadio. No sabía que había que hacer cuatro. Pero eso no es todo: el día anterior había comido mucho y estaba vestido con pantalones largos y bufanda. Así que comprendí que correr no era suficiente... Quien me hizo decidir fue mi entrenador, que me dijo que si algún día quería participar en los Juegos Olímpicos, debía cambiar mi estilo de vida. Fue un flechazo. Me dije que era posible.
Entonces, ¿la carrera de atleta era un sueño de infancia?
Es más una combinación de circunstancias. Pero vengo de Kenia, el país que produce tantos campeones de carrera. Cuando era niño, veíamos a los corredores de cross-country en una pequeña pantalla de computadora, pero no soñaba con una carrera deportiva. Solo quería ponerme los zapatos como los atletas, y también estar en un estadio, moverme. Ese sueño se hizo realidad. No he olvidado el día en que mi madre me compró el primer par: pude elegir y tomé el primero que vi. Nunca antes había tenido zapatos.
¿Qué quieres decir a los jóvenes?
Sean felices con lo que tienen, hay personas que no tienen nada. En el deporte, como en la vida, hay altibajos, pero las dificultades te hacen fuerte. No duden de ustedes mismos, crean en su sueño y sigan adelante.
¿Y qué te gustaría decirle a Don Bosco?
Gracias a Don Bosco llegué a la escuela, y fue allí donde hice mis primeras amistades. De hecho, los amigos de entonces son los mismos de hoy, y también los profesores del Don Bosco de Hal siguen siendo mis amigos. Fue en la escuela salesiana donde comenzó mi carrera. Mi pasado me ha hecho lo que soy hoy.
La entrevista completa está disponible en el siguiente enlace.
