Entonces descendió de aquel montículo y, después de caminar un rato, llegó a otro desde cuya altura descubrió una selva, pero cultivada atravesada por caminos y senderos. Desde allí dirigió su mirada alrededor, proyectándola hasta el horizonte, pero, antes que la retina, quedó impresionado su oído por el alboroto que hacía una turba incontable de niños.
A pesar de cuanto hacía por descubrir de dónde procedía aquel ruido, no veía nada; después, a aquel rumor sucedió un griterío como el q estalla al producirse una catástrofe. Finalmente vio una inmensa cantidad de jovencitos, los cuales, corriendo a su alrededor, le decían:
-íTe hemos esperado, te hemos esperado mucho tiempo, pero finalmente estás aquí; ahora estás entre nosotros y no te dejaremos escapar!
Don Bosco no comprendía nada y pensaba qué querrían de él aquellos niños; pero mientras permanecía como atónito en medio de ellos, v un inmenso rebaño de corderos conducidos por una pastorcilla, la cual, una vez que hubo separado los jóvenes y las ovejas y colocado a los unos en una parte y a las ovejas en otra, se detuvo junto a él y le dijo:
-»Ves todo lo que tienes delante?
-Sí que lo veo, replicó el siervo de Dios.
-Pues bien, »te acuerdas del sueño que tuviste a la edad de diez años? -íOh, es muy difícil recordarlo! Tengo la mente cansada, no lo recuerdo bien ahora. -Bien, bien; reflexiona y lo recordarás. Después, haciendo que los muchachos se acercasen a Don Bosco, le dijo: -Mira ahora hacia esa parte, dirige allá tu mirada; haced vosotros lo mismo y leed lo que veáis escrito... Y bien, »qué veis? -Veo, contestó el siervo de Dios, montañas, colinas, y más allá más montañas y mares. Un niño dijo: -Yo leo: Valparaíso. -Yo, Santiago, dijo otro. -Yo, añadió un tercero, leo las dos cosas. -Pues bien, continuó la pastorcilla, parte ahora desde aquel punto y sabrás la norma que han de seguir los Salesianos en el porvenir.
Vuélvete ahora hacia esta parte, tira una línea visual y mira. -Veo montañas, colinas, mares... Y los jóvenes afinaban la vista exclamando a coro: -Leemos Pekín. Don Bosco vio entonces una gran ciudad. Estaba atravesada por un río muy ancho sobre el cual había construidos algunos puentes muy grandes. -Bien, dijo la doncella que parecía su Maestra, ahora tira una línea desde una extremidad a la otra, desde Pekín a Santiago, haz centro en corazón de Africa y tendrás una idea exacta de cuanto deben hacer los Salesianos. -Pero »cómo hacer todo esto?, exclamó don Bosco. Las distancias son inmensas, los lugares difíciles y los Salesianos pocos. -No te preocupes. »No ves allá cincuenta misioneros preparados? »Y más allá no ves más y muchos más aún? Traza una línea desde Santiago al Africa Central. »Qué ves? -Diez centros de misión.
-Bien; estos centros que ves serán casas de estudio y de noviciado que se dedicarán a la formación de los misioneros que han de trabajar en estas regiones. Y ahora vuélvete hacia esta parte. Aquí verás otros diez centros desde el corazón de África a Pekín. También estas casas proporcionarán misioneros a todas estas otras regiones. Allá está Hong-Kong, allí Calcuta, más allá Madagascar. En todas estas ciudades y otras más habrá numerosas casas, colegios y noviciados.
Don Bosco escuchaba mientras observaba detenidamente todo aquello, después dijo: -»Y dónde encontrar tanta gente y cómo enviar misioneros a esos lugares? En esos países existen salvajes que se alimentan de carne humana; hay herejes y perseguidores de la Iglesia: »cómo hacer? -Mira, replicó la pastorcilla, es menester que emplees toda tu buena voluntad. Sólo tienes que hacer una cosa: recomendar que mis hijos cultiven constantemente la virtud de María. -Bien, sí; me parece haber entendido. Repetiré a todos tus palabras.
-Y guárdate del error actual, o sea el de mezclar a los que estudian las artes humanas con los que se dedican al estudio de las artes divinas pues la ciencia del cielo no quiere estar unida a las cosas de la tierra.
Don Bosco quería continuar hablando, pero la visión desapareció; el sueño había terminado.