Es para ellos que los salesianos han iniciado el proyecto de la escuela de italiano para migrantes y refugiados, que tiene lugar en los locales disponibles en la parroquia del Sagrado Corazón y beneficia a aproximadamente 140 personas por cada ciclo de cursos, aunque solo porque no pueden acoger a más, ya que la demanda supera constantemente la oferta.
Se ofrecen cursos de forma totalmente gratuita por un equipo diverso de voluntarios, donde se mezclan laicos, sobre todo, entre ellos, jóvenes del Servicio Civil Universal y universitarios de la cercana Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Roma Tre; pero también salesianos, miembros de la Familia Salesiana y religiosos de otras familias espirituales, todos unidos por una experiencia de servicio que deja algo, en primer lugar, a quienes lo realizan.
Siguiendo una antigua práctica salesiana (elogiada también por el Papa Francisco), los cursos son de corta duración, en este caso trimestrales, y en el Sagrado Corazón se llevan a cabo de manera casi continua: todas las tardes laborables, de lunes a viernes, con dos "largas" los martes y jueves, donde las lecciones de las dos horas y media convencionales llegan hasta cinco horas.
"Hay diferentes niveles, según las necesidades: curso básico, medio y avanzado", explica el padre Enrico Lupano, con experiencia como guía y acompañante de grupos en los Lugares Salesianos de Turín, y ahora coordinador del proyecto, junto con Sor Cristina, de las Misioneras de Cristo Resucitado. "Por otro lado, hay que considerar que algunos de estos jóvenes son analfabetos, incluso en su lengua materna".
Siempre el padre Lupano, con su conocimiento de los lugares originales de Don Bosco, identifica algunas sugerencias significativas. "Nuestra experiencia recuerda un poco a la del oratorio itinerante de Don Bosco, o a los primeros tiempos en Valdocco, cuando aún no había mucha estabilidad. También aquí nos vemos obligados a movernos en espacios actualmente en constante evolución, debido a los trabajos de renovación, y ciertamente estos son jóvenes de los más queridos por Don Bosco. Además, vienen literalmente de todo el mundo dentro del corazón de la Congregación, y con su presencia nos mantienen fieles al carisma, para que desde el centro podamos devolver energía a todas las presencias dispersas por el mundo. Es como un doble movimiento: del mundo al Sagrado Corazón y del Sagrado Corazón al mundo".
De hecho, los jóvenes que lo frecuentan representan un panorama de la sociedad multiétnica y global de hoy, aunque limitado a las franjas más débiles. En las aulas donde se imparten los cursos, conocimos a Tenin, la única chica y la más destacada de la clase, que, debido a la timidez, no se siente capaz de presentar su experiencia. Luego está Mamadou, un joven de veintitrés años de Guinea Conakry, que se enteró de estos cursos jugando al fútbol con un voluntario; o Bernard, un joven de veinticinco años que llegó desde la República Democrática del Congo, que ha estado asistiendo al curso durante un mes y espera que, continuando con el aprendizaje, pueda hacerse entender adecuadamente y encontrar trabajo para mantenerse; o Suleyman, llegado de Gambia hace tres meses: parece un joven sonriente como muchos, pero si luego le preguntas cómo llegó a Italia, menciona rápidamente la travesía del norte de África, los muchos que se quedaron en Túnez y el viaje en barco, solo para luego refugiarse detrás de una mirada baja y una frase imposible de olvidar: "Es una historia larga... Y si te la cuento, terminaré llorando".
De hecho, la escuela de italiano, aunque no puede emitir certificados oficiales, para muchos de ellos es un trampolín hacia un camino más amplio y virtuoso: los salesianos y voluntarios que los acompañan, de hecho, no se detienen en el idioma, sino que ayudan en todos los aspectos: en la redacción de un curriculum vitae, en la búsqueda de trabajo y también de vivienda; ofrecen lecciones de manejo para encaminarlos hacia una mayor autonomía; y en la medida de lo posible, también ayudan a enfrentar la burocracia, los desafíos con los permisos de residencia...
Para jóvenes con historias de gran sufrimiento y un presente de incomprensión, también lingüística, y marginalidad, no es poco. De hecho, muchos regresan posteriormente para devolver algo de lo recibido: algunos, incluso enseñando el idioma, otros en los diversos servicios disponibles en el Sagrado Corazón. Para todos, hay una experiencia de gratuidad y servicio que queda grabada, y que en más de una ocasión también ha descubierto o ha vuelto a aflorar caminos de maduración en la fe.
"Son jóvenes que tienen muchas ganas de aprender, saben que podría ser su única oportunidad y por eso todos muestran gran atención y amabilidad", testifica Cristina, una joven que creció en el oratorio salesiano de Macerata y ahora es parte activa como voluntaria del proyecto. Para ella, esta experiencia también representa un primer acercamiento a lo que espera que sea su vida profesional, que pretende desarrollar precisamente en la educación de extranjeros, pero hay mucho más: "Me está dando muchas herramientas para conocer mejor sus vidas, sus historias y cómo podemos hacernos realmente hogar para ellos... No es solo el italiano o el servicio que les brindas: cada día te da un color más para entender sus vidas y sus realidades aquí en Roma y en Italia, entre dificultades y desafíos diarios".
