Un ejército de 25.000 jóvenes, con una media de edad de veintiocho años, dos tercios de ellos chicas, procedentes de ciento cincuenta países. Son los "surfistas del amor", como los llama el Papa, los voluntarios que, cabalgando las olas de la caridad, "han hecho posible estos días inolvidables" de la JMJ en Lisboa. El Papa se reunió con ellos en el Passeio marítímo de Algés, la última cita antes del regreso del Pontífice al Vaticano. Estos jóvenes que aplauden, cantan y alaban al Papa, y que durante meses han trabajado lejos "del clamor y sin protagonismo", se han convertido en un ejemplo, explica Francisco, por haber "hecho equipo ¡trabajando juntos!".
Los voluntarios reciben al Papa con un saludo en vídeo, en el que explican las razones que les han llevado a emprender la experiencia de ser voluntarios, movidos cada uno por un deseo y una necesidad diferentes. Una profunda alegría que es relatada por los tres testimonios, los de Chiara, Francisco y Felipe, que cuentan al Papa lo que significa sentirse Iglesia viva, del sentido de este viaje y peregrinación a la JMJ. Además la importancia del trabajo de estos jóvenes lo resume muy bien el Pontífice, cuando dice que "el que ama no se queda de brazos cruzados, el que ama sirve", igual que María "se levantó y fue deprisa" hacia Isabel, el tema de esta JMJ.
"El que ama corre para servir, corre para comprometerse en el servicio a los demás". Y tú has corrido, ¿eh? Has corrido mucho, en estos meses!", sugiere con complicidad el Papa. Este ha sido el trabajo de todos los voluntarios que, en estos meses y días, han respondido a mil necesidades, vuelve a indicar Francisco, a veces con el rostro marcado por el cansancio, otras veces un poco abrumados por las urgencias del momento:
"He notado una cosa -continúa el Santo Padre-, que tenían los ojos brillantes, brillantes por la alegría del servicio: gracias. Han hecho posible este Encuentro Mundial de la Juventud, han hecho grandes cosas en los gestos más pequeños, como la botellita de agua ofrecida a un desconocido: esto crea amistad".
"Han corrido mucho -continuó Francisco-, pero no con la carrera frenética y sin rumbo que a veces es la de nuestro mundo... Han corrido de otra manera, han corrido para encontrar a los demás, para servir a los demás en nombre de Jesús. Han venido a Lisboa para servir y no para ser servidos: ¡gracias, muchas gracias!".
A continuación, el Papa se ofreció como "amplificador" para hacer resonar lo dicho en los testimonios de Clara, Francisco y Felipe: los tres "hablaron de un encuentro especial con Jesús", de ese encuentro que "hace caminar en serio y hace seguir la vida", porque el encuentro con Jesús "es el más importante de nuestra vida", renovarlo cada día "es el corazón de la vida cristiana. Y hay que renovarlo cada día para mantenerlo fresco, no solo en la cabeza, sino también en el corazón".
La despedida de Francisco de Lisboa y de los jóvenes de la JMJ viene acompañada de una imagen, la de Nazaré, una localidad al norte de Lisboa, donde las olas alcanzan los treinta metros. Son "una atracción mundial para los surfistas que las cabalgan", dice Francisco, que compara esas olas con "una verdadera ola: no de agua, sino de jóvenes, jóvenes como ustedes, que se han volcado en esta ciudad". Una ola que los voluntarios han cabalgado "con la ayuda de Dios, con tanta generosidad" y apoyándose unos a otros.
Después, el sugestivo llamamiento final del Pontífice: "Quiero decirles que sigan así, que sigan cabalgando las olas del amor, las olas de la caridad, ¡sean 'surfistas del amor'! Y ésta es la tarea que les confío en este momento: que el servicio que han hecho en esta Jornada Mundial de la Juventud sea la primera de muchas olas de bien; cada vez serán llevados más alto, más cerca de Dios, y esto les permitirá ver su camino desde una perspectiva mejor".
