Cuando estallaron las primeras bombas, el complejo de los misioneros salesianos en Jartum se encontraba a medio camino entre las líneas de los dos frentes. Para asombro de todos, el sábado 15 de abril se oyeron disparos y fuertes tiroteos", informó el director de las instalaciones, el Padre Jacob Thelekkadan. Un artefacto explosivo cayó en los laboratorios de la escuela de formación profesional 'San José', afortunadamente en un momento en que los alumnos se encontraban en otro lugar. Casi un milagro, teniendo en cuenta que los sábados las aulas vuelven a llenarse después de la oración del viernes, según los preceptos del Islam. Luego, cayeron más balas, que no causaron víctimas. Tras rescatar a los muchachos, los clérigos activaron inmediatamente un servicio de asistencia a las familias, que ese mismo día empezaron a pedir protección y ayuda para alimentos y, en algunos casos, refugio temporal.
Todo el mundo en Sudán espera un alto el fuego duradero para reponer las reservas de alimentos, reconectar las redes de agua y energía, permitir corredores humanitarios que preserven a la población del enfrentamiento armado entre los dos ejércitos -iguales en hombres y medios- en lo que sería un error llamar "guerra civil", ya que no lucha la población, solo los dos líderes contendientes.
Pero mientras tanto, cientos de miles de personas huyen: esto supone la afluencia de cientos de miles de familias, privadas de todo y aterrorizadas por matanzas fratricidas, a los países vecinos. Egipto, Sudán del Sur, Chad, Etiopía, República Centroafricana y Libia son los lugares de destino, cada uno de ellos elegido en función de la proximidad, pero también de la esperanza de encontrar acogida. Son masas que aumentan el aterrador total de refugiados en África, el continente donde, también por razones climáticas, se están produciendo las mayores migraciones de todos los tiempos.
Los salesianos han decidido quedarse en Jartum y El-Obeid, donde son apreciados por su capacidad para formar a los jóvenes en los oficios que Sudán necesita para proseguir su desarrollo económico. A las dos escuelas de formación profesional acuden los hijos de familias musulmanas, en un respeto mutuo del que las instituciones públicas del país han sido garantes conscientes.
El inicio de la presencia de los Salesianos en este país puente entre Etiopía y Egipto se remonta a hace más de cuarenta años, y se ha caracterizado por el establecimiento gradual de una confianza mutua. Cuando, en abril de 2022, el Padre Václav Klement, como Visitador Extraordinario enviado por el Rector Mayor, tras no pocos esfuerzos en materia de visados y trámites burocráticos, consiguió entrar en el país, pudo encontrarse con trece hermanos distribuidos en tres comunidades: una parroquia que anima a 25.000 fieles y ocho escuelas primarias parroquiales, y dos Centros de Formación Profesional, uno en cada ciudad, que acogen a unos ochocientos jóvenes.
El milagro obrado por estos Hijos de Don Bosco se ve hoy en la valentía que les hizo optar por no subir a los convoyes que llevaban al personal de las organizaciones extranjeras a la vecina Yibuti para tomar los vuelos de regreso a casa. Permanecen en Jartum y El-Obeid para compartir la nueva y difícil vida cotidiana junto a sus feligreses y colaboradores, para alimentar la esperanza de paz.
Y así como los refugiados que huyen de la Ucrania devastada por la guerra han encontrado puertas abiertas en las casas salesianas de los países vecinos, los sudaneses encuentran otros salesianos dispuestos a acogerlos en algunos de los lugares a los que llegan huyendo de su país. Como en Juba, Sudán del Sur, donde los Hijos de Don Bosco están presentes y activos en un campo de refugiados.
"Rezamos para que la sensatez prevalezca en ambas partes", escribe el arzobispo de Jartum, Monseñor Michael Didi Agdum Mangoria. A su lado, los Hijos de Don Bosco permanecen como signo de que se pueden esperar milagros.
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