“La música, el teatro, el deporte, así como la formación espiritual a través de la celebración de la Misa, el catecismo y la proyección de documentales religiosos y educativos son algunas de las actividades en las que tratamos de involucrar a los menores en las distintas etapas del proceso de internamiento”. El padre Giovanni Corselli, misionero salesiano en Madagascar desde hace casi 40 años, director de la casa de Ankililoaka, contó a la Agencia Fides su experiencia personal al servicio de la prisión de menores de Anjanamasina.
“La comunidad de Ambohitratrimo, donde se encuentra el noviciado salesiano, está a un cuarto de hora en coche de la prisión -explica-. Primero mis antecesores, luego yo y ahora después de mí, se trabaja mucho con el objetivo de que los jóvenes presos se sientan lo mejor posible. Para estar más cerca de ellos, les dábamos pequeños obsequios a los distintos directores y funcionarios, así como a los guardias de la prisión, en Navidad y Semana Santa, y siempre los invitábamos a comer con nosotros y con los muchachos”.
“En promedio hay un centenar de chicos y muchachos entre los 9 y los 17 años, pero el número de menores detenidos varía según las redadas de los policías que atrapan a los muchachos que andan tratando de robar -explica el misionero-. Muchas veces son los mismos familiares los que los ponen ahí porque no saben qué hacer con ellos”.
El objetivo de los salesianos es hacer que los muchachos se sientan amados, importantes para alguien y no una carga de la que liberarse, hacerles entender que no están abandonados. “Lamentablemente, durante la semana están sujetos a estrictas normas penitenciarias que no tienen en cuenta su derecho al juego y al tiempo libre; pero el domingo pueden participar en actividades deportivas y recreativas. Dentro del Centro se organizan juegos y loterías dos o tres veces al año, pero también es una oportunidad para repartir algunas cosas útiles para la vida diaria. Los premios son ropa, material escolar, chocolate… Además, dado que las autoridades no pueden proporcionar comidas regulares y equilibradas a los jóvenes presos, los salesianos se han comprometido a distribuir comidas completas a través de los novicios, que luego comen junto con los niños”
“Es una realidad delicada y compleja para manejar, que ve convivir a quienes han delinquido, con quienes tienen como única culpa vivir en la calle sin el apoyo de sus familias y también a chicos y jóvenes a quienes sus familias no pueden de gestionar, por eso en la jerga popular se le llama 'Trano zaza maditra', o 'Hogar de niños traviesos'. Hemos intentado salvar algunos de ellos, pero con algunos no lo hemos logrado, porque necesitan un seguimiento constante y no siempre tenemos la posibilidad”, concluye el padre Corselli.
En algunos países del mundo los menores son detenidos y recluidos por motivos fútiles, como fugarse de casa, dormir en la calle, faltar al colegio... A veces son juzgados como si fueran adultos, condenados a cumplir su pena en cárceles de adultos. y ser tratados, como adultos, por la policía.
Datos difundidos por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) muestran que más de un millón de niñas y niños en todo el mundo viven privados de su libertad en las cárceles. “Human Right Watch”, organización que se ocupa de la defensa de los derechos humanos, denuncia que muchos de los menores que se encuentran en prisión han recibido penas excesivas y desproporcionadas que violan el derecho internacional. Maltrato, abuso, prohibición de tener contacto con la familia, uso del aislamiento y falta de personal adecuadamente capacitado, son algunas de las denuncias realizadas por Defense For Children, otra ONG que se ocupa de los derechos de los menores en el mundo en cuanto a condiciones y trato de jóvenes en las cárceles de varios países.
Fuente: Agencia Fides