En las primeras "Constituciones de la Sociedad de San Francisco de Sales" de 1875 (art.7), Don Bosco escribió que los salesianos "se esforzarán por difundir los buenos libros entre el pueblo con todos los medios que inspira la caridad cristiana". Y en la Circular específica enviada a los Salesianos en 1885 añade: “Entre estos [medios de apostolado] que quiero recomendar vivamente, para gloria de Dios y salvación de las almas, está la difusión de los buenos libros. No dudo en llamar de Divino a este medio, ya que Dios mismo lo utilizó para la regeneración del hombre. Fueron los libros inspirados por él los que trajeron la doctrina correcta a todo el mundo. A nosotros nos corresponde, pues, imitar la obra del Padre Celestial".
Don Bosco fue un escritor muy prolífico. Sus escritos -más de 150-, folletos y libros, incluso de cierta extensión, son de carácter devocional y religioso como "Il Giovane Provveduto"; los de instrucción catequética y apologética como "El católico instruido en su religión"; vidas de santos como "Vida de San Pedro"; biografías edificantes como “Vita del giovinetto Savio Domenico”, obras escolares como "El sistema métrico decimal", sin olvidar las "Lecturas católicas", con su almanaque anual "Il Galantuomo", que tuvo en él al compilador principal. Luego se lanzó a publicar series de clásicos para la escuela, como la "Selecta ex latinis scriptoribus" y la "Biblioteca della Gioventù Italiana". También lanzó una serie de "Lecturas Dramáticas" para el entretenimiento popular. Y finalmente, en 1877, fundó el "Boletín Salesiano", el órgano de información de su Obra.
De talento polifacético, no pretendió ser un erudito o un hombre de letras, sino que se convirtió en un apreciado escritor superando las dificultades del italiano, puliendo el idioma para hacerlo cada vez más claro, simple y correcto.
Tres obras, en particular, de carácter escolar, revelan su preferencia por la historia, la "Historia Eclesiástica" estrenada en 1845 por la tipografía Speirani y Ferrerò, que alcanzó unas diez ediciones durante la vida de Don Bosco; la "Historia Sagrada" estrenada en 1847 por la misma tipografía y luego reaparecida hasta nuestros días en 14 ediciones sucesivas y varias decenas de reimpresiones; y finalmente en 1855, su obra maestra, la "Historia de Italia" impresa por Paravia y Comp., que, ya en 1874, alcanzaba su décima edición.
Ante esta profusión de publicaciones, de un hombre tan ocupado con tantas otras actividades, no faltaron las críticas y la ironía de la prensa adversa y también de los "pensadores correctos", a veces incluso las perplejidades de los estudiosos.
Pero no hay que hacer juicios precipitados sobre los escritos de Don Bosco. No es cierto, por ejemplo, que Don Bosco al escribir copiara haciendo pasar por suyo lo que no era harina de su saco. Don Bosco ha reconocido abierta y repetidamente que se ha inspirado generosamente en otros autores. Sin embargo, es cierto que, salvo en sus escritos más personales como las "Memorias del Oratorio", no fue un escritor original, sino un inteligente recopilador que bebió de otros escritos.
De recopilaciones de fácil acceso extrajo lo que necesitaba para su obra, no sólo contenidos, sino sobre todo modelos literarios. De estos también hizo transcripciones literales. Pero nunca lo ocultó. Prueba clara de ello es lo que confesó en algunos de sus “Prefacios”, como por ejemplo en el de la “Historia Eclesiástica”:
“Movido por la necesidad y los pedidos de muchas personas celosas y autorizadas, me he comprometido a compilar este compendio de Historia Eclesiástica. He leído todos los que he podido tener, escritos en lenguas propias y extranjeras, y he obtenido de cada uno esos, sentimientos y esas expresiones que son más italianas, sencillas [y fáciles] según la habilidad de un muchacho”.
En el "Prefacio" a su "Historia Sagrada" (1847), escribe: “Tuve también bajo mi mirada muchos compendios de Historia Sagrada y saqué de cada uno lo que me pareció conveniente, transcribiendo largamente varias cosas que encontré clara y dignamente expuestas”.
Al servicio de la difusión de la buena prensa también metió la mano directamente en la fase tipográfica. Desde un principio había soñado con tener su propia imprenta para estas publicaciones. Consiguió ponerlo en marcha en 1861 con el título de "Tipografía de S. Francesco di Sales", dotándolo, poco a poco, de una maquinaria cada vez más eficiente. En la segunda mitad de la década de 1970, la imprenta de Don Bosco era tan avanzada que despertaba temores de competencia en las imprentas de Turín, incluso si su propósito era educativo y no comercial.
A partir de 1877 también puso en marcha un laboratorio químico-fotográfico para la creación de fotografías y para sus propias impresiones. Y finalmente, para poder completar de forma independiente todo el ciclo de producción, tuvo la audaz idea de comprar una fábrica de papel en Mathi Torinese. En 1882 encargó en Suiza la nueva máquina "continua" a la firma Escher-Wyss de Zúrich, lo que le dio un salto de calidad a la maquinaria italiana.
Con motivo de la Exposición Nacional de 1884 quiso dar a conocer al gran público la realidad de su industria del libro y la modernidad de su equipo tipográfico, obteniendo del comité organizador un pabellón especial o "galería" con espacio suficiente para exhibir los todo el proceso, desde la fabricación del papel hasta la impresión de un libro y su encuadernación.
Don Bosco a lo largo de su vida hizo una gran labor de difusión de la buena prensa y con gran honestidad y seriedad, apuntando sólo al bien de las almas.