Victoria recuerda cómo el 24 de febrero cambió su vida: “Alrededor de las cuatro de la mañana escuchamos una serie de ruidos ensordecedores. Vimos llamas a lo lejos y mi hijo Miroan estaba aterrorizado. A la mañana siguiente corrimos al centro de Kiev para conseguir algo de dinero, pero tardamos seis horas en recorrer nueve kilómetros debido a los atascos y al pánico. Pasamos dos noches en un sótano, con muy pocas pertenencias, y decidí mudarme a la casa de mis suegros en Zhytomir. Sin embargo, pocos días después los bombardeos también empezaron allí. Tuve mucho miedo por mí, por mi hijo y por el que estaba en camino”.
La joven madre continuó la huida. “Nos fuimos al campo, a una zona aislada. Pensé que estaríamos a salvo, al menos por unos días, pero los ataques también comenzaron. Tuve la sensación de que la guerra me perseguía…”, comenta Victoria.
Regresó a Kiev cuando parecía que había recuperado la tranquilidad para estar con su marido. Pensó en viajar al oeste del país, a Lviv, porque “la situación estaba allí más tranquila y creí que podía alquilar temporalmente un pequeño apartamento y dar a luz a mi hijo en un ambiente más seguro, en una ciudad donde los hospitales funcionaban casi con normalidad”.
Los Salesianos de Lviv recibieron a toda la familia de Victoria: a sus padres, a su marido Maksym, a su hijo y su gato. Esperaba encontrar una casa, “pero los bombardeos también comenzaron allí, así que decidimos tomar un autobús preparado por los Salesianos a toda prisa y salir del país. En ese momento la familia nos separamos”.
El autobús llegó a Eslovaquia, y Victoria y su hijo estuvieron tres días en un centro salesiano: “Fue maravilloso volver a respirar la paz”. Desde allí viajaron a Turín, al centro de la vida y del sueño salesiano de Don Bosco. “Ahora estamos bien, mi hijo esta contento y yo estoy tranquila. Di a luz en un hospital equipado y mis padres están conmigo. Doy gracias a Dios todos los días porque lo siento cerca de mí y de mi familia”, asegura.
Ahora todas las noches “mi esposo y yo hablamos en una videollamada. El gato escucha mi voz y la de Miroan y se acerca al teléfono. Eso me da una gran sensación de normalidad, pero quién sabe cuándo Maksym podrá conocer a nuestro bebé; quién sabe cuándo podrá volver a abrazarnos a Miroan y a mí… Ojalá que la guerra termine pronto y podamos regresar a casa”, concluye Victoria.
Decenas de madres como Victoria, que lograron escapar de la guerra con sus hijos están en obras salesianas en diversos países. Su fuerza, su fe y su esperanza son un testimonio de vida mientras la guerra continúa en Ucrania. “Rezad por Ucrania y no os olvidéis de nosotros”, continúa siendo el grito unánime de la población desplazada por el conflicto.
Fuente: Misiones Salesianas