Quien se lo llevó es Oleh Ladnyuk, ucraniano, salesiano, capellán militar: “Ahora lo primero que hay que hacer es comer, luego dormir. Mañana nos encargaremos del resto”. Padre Oleh después de más de 12 horas de viaje todavía quiere hablar de ello aunque sienta que no puede más; acaba de volver al volante de un pequeño convoy de dos minibuses y un coche cargado de compatriotas. Esta es la historia de su primer viaje emprendido sin vacilaciones en busca de personas a las que era necesario sacar de una guerra absurda. El viaje comenzó por la mañana desde la casa salesiana de Dnipro, a 200 kilómetros de Donbass, donde los combates (por ahora) aún no se han hecho sentir con fuerza. Don Oleh manejó más de doscientos kilómetros, llegó a la cita, detuvo el tiempo estrictamente necesario para cargar a las personas y sus pocos equipajes y luego partió.
En las horas inmediatamente después de la invasión, el padre Oleh ha visto a gente atónita en la calle, en los cajeros automáticos para sacar la mayor cantidad de dinero posible, filas de coches buscando combustible, ya ha oído hablar de los primeros bombardeos y de las primeras muertes. Después se fue a Lysycansk, le acompaña el padre Igor Opafsky. Ya está todo organizado lo cuenta por teléfono: “Estamos yendo a lo del párroco padre Sergio Palamarchuk. Está reuniendo a los civiles que quieren irse y nosotros los llevamos. Esperemos llegar allí, tenemos un largo camino que recorrer y no sabemos si los militares nos dejarán pasar. Vamos con lo que tenemos puesto”.
La carretera de Dnipro pasa por Kostjantynivka y va hacia el Este. Y no es un camino fácil en tiempos de guerra. “Al viajar en sentido contrario -dice el padre Oleh-, nos encontramos con filas de carros cargados de gente y cosas: se veía que escapaban”. Y cuanto más uno se acercaa al frente, más se hace sentir la presencia de los militares. “Entiendes que no puedo decir mucho -precisa-, pero habían muchas tropas. Cuando pasamos cerca, el peligro se sintió en el aire, por lo que intentamos acelerar”.
Lysycansk aparece como una ciudad vacía: no hay nadie a lo largo de los grandes bulevares, las casas parecen haber sido ya abandonadas. Pero no es así. Y se puede entender por la "carga" humana que se lleva el padre Oleh. Doce personas: dos niñas, cuatro niños, varios adultos, una señora mayor, además del bebé de poco más de dos semanas. No se trata de familias enteras, sino de pedazos de familias que se dividen: padres y madres salvan a sus hijos y deciden quedarse allí, en su casa bajo las bombas.
Y el viaje se reanuda pero en dirección contraria. Ya es noche tarde cuando el padre Oleh llega de nuevo a Dnipro. Con los dos salesianos esta vez también está padre Sergio, que probablemente retomará el camino hacia Lysycansk. “Porque -explica el padre Oleh-, todavía hay mucha gente necesitada. Sin duda organizaremos otros viajes”.
Mientras tanto, estamos pensando en las próximas horas. “Los jóvenes -explican- irán a nuestra casa familiar en Lviv”. Esta noche, sin embargo, solo quieren tener un suspiro de alivio. Y ahí están los ojos sonrientes de Tymofij que está en los brazos de su madre Dascia: ella está pálida como un trapo, apenas sonríe y no deja el bebe ni un momento
