El campo de refugiados de Palabek alberga actualmente a más de 56.000 refugiados y solicitantes de asilo. Se estableció oficialmente en abril de 2016 para enfrentar los problemas de hacinamiento de los campos de refugiados más grandes de la parte noroeste de Uganda. Varias instituciones participan en la provisión de alimentos y educación dentro del campamento. Mientras algunos han decidido irse debido a la pandemia, los salesianos se han quedado y ofrecen educación a los niños refugiados en el campo.
Hay 100 niños en la escuela primaria, 54 en la secundaria y 25 jóvenes mayores en el Centro Profesional "Don Bosco", donde aprenden habilidades en costura, gestión de energía solar, mecánica, agricultura, construcción y peluquería.
Los salesianos también llevan a cabo un programa especial de patrocinio para ayudar a los jóvenes a frecuentar la escuela fuera del campo.
Muchos niños y jóvenes tienen que caminar de 10 a 15 kilómetros todos los días para llegar a las escuelas. El programa de patrocinio permite a los salesianos llevar a los jóvenes a albergues fuera del campamento, más cerca de los centros de estudio. Los niños pueden vivir y estudiar allí, además de tener acceso a una alimentación saludable y actividades recreativas.
Para los jóvenes mayores que quieran aprender habilidades técnicas no ofrecidas por el Centro de Formación Don Bosco en el campamento, los Salesianos ofrecen otro programa de apoyo. De hecho, los jóvenes son llevados a otros centros, donde pueden aprender el oficio de fontanero y herrero, aprender a conducir, cuidar animales y muchas otras habilidades.
El padre Ubaldino Andrade, Director de la Comunidad Salesiana de Palabek, dijo: "A nivel técnico y profesional, muchos jóvenes refugiados quieren ir a trabajar o aprender una profesión, lo que en la mayoría de los casos les permite regresar a Sudán del Sur, donde pueden contribuir a la reconstrucción del país, destruido por muchos años de violencia y guerra”.
Don Andrade recordó el caso de una niña que, después de tomar lecciones de manejo y asistir a un curso de mecánica, regresó a Sudán del Sur y ahora maneja un vehículo para una agencia.
"Estamos muy agradecidos con nuestros donantes que han ayudado a muchos niños y jóvenes a realizar el sueño de una buena educación, permitiéndoles a ellos y a sus familias -concluye el padre Andrade- vivir una vida más digna”.