Desde los cursos del Centro de Formación Profesional hasta el oratorio, desde el centro de recepción de menores hasta el apoyo escolar, desde el cuidado semi-residencial hasta el hogar familiar, son decenas las actividades que el “Borgo Ragazzi” ofrece cada día a cientos de jóvenes. “Normalmente puede suceder que cada área educativa siga su propio camino -explica el director, el padre Daniele Merlini-. En la emergencia, sin embargo, nos hemos sentido unidos: una comunidad de comunidades donde nadie fue dejado solo, pero en donde todos comparten las mismas preocupaciones, prestando constante atención a los más frágiles”.
Los operadores en pocos días se han transformado en expertos informáticos “poniendo en juego su creatividad para ir a buscar a los jóvenes en cualquier red”, dice el sacerdote. Muchas familias con sólo un teléfono móvil recibieron tabletas, computadoras portátiles y conexiones a internet para realizar reuniones online, pero también para pasar unas horas de diversión con torneos de minijuegos.
La mayor preocupación era no abandonar a los jóvenes, “especialmente a los más tímidos e introvertidos con los que había comenzado un itinerario", precisa Simona Arena, una operadora de 25 años. Y concluye que "después del encierro con algunos fue necesario volver a empezar desde el inicio”.
Como en el caso de María, 18 años nacida en Roma de padres de origen asiático: ella quiere “occidentalizarse”, en cambio la familia quiere mantener sus tradiciones. Los dos meses pasados en casa han anulado los avances logrados en cuatro años en el cuidado semi-residencial.
Fue difícil recuperar el camino incluso con Massimo, de 17 años, a quien su madre transmitió la fobia de la infección. “Pasamos tardes enteras mediando entre los dos, tratando de devolver algo de serenidad a su relación”, cuenta Simona.
Francesco, en cambio, que vivió cuatro años en la casa de la familia “Borgo Ragazzi”, gracias al curso de pizzero organizado por la obra salesiana había encontrado trabajo e incluso una habitación para alquilar, pero perdió su trabajo durante cierre de emergencia. “Entretanto no se rindió porque sabía que aquí encontraría a una familia dispuesta a apoyarlo”, continúa Don Merlini. De hecho Francesco está entre los 20 jóvenes que los operadores acompañaron para encontrar un nuevo empleo y hace unas semanas volvió a trabajar en una panadería.
En los últimos meses, concluye el Director, se ha producido “una llegada de generosidad extraordinaria… Muchos jóvenes que han asistido al 'Borgo Ragazzi' en los años recientes se han ofrecido como voluntarios o incluso han hecho donaciones”.
