El punto de partida de la decisión es el sujeto individual, considerado responsable y capaz de tomar la mejor decisión. Pero sabemos que no siempre es así. La red no solo debilita la capacidad de leer la realidad en profundidad, sino que nos quita el espíritu crítico que necesita de la concentración y la distancia reflexiva, pero también nos expone a oportunidades no filtradas de caducar en comportamientos (pornografía, sexting, apuestas online...) que además de ser moralmente indescriptibles, corren el riesgo de convertirse en patológicos, alterando el tejido social, cultural y moral compartido.
En el caso de los jóvenes, esto puede aumentar el esfuerzo para convertirse en adultos.
El debilitamiento y la mayor fragilización del ser humano son consecuencias inevitables del hecho de que estamos abrumados por una enorme cantidad de material de comunicación.
La identidad de los jóvenes de hoy en día se está perfilando cada vez más en los medios de comunicación, y de una forma cada vez más vinculada a la compra y el consumo de productos que el mercado mundial ofrece constantemente. Este consumo es apoyado continuamente por investigaciones que se realizan a través de los gustos y preferencias atestiguados por las redes sociales. “En la sociedad contemporánea, es sobre todo el consumo en el tiempo libre el que proporciona a los más jóvenes los materiales simbólicos y expresivos para utilizar en el proceso de construcción del yo”, explica Geraldina Roberti. Las modas adquieren así la fuerza irresistible que proviene del deseo de llenar el vacío que es, en cambio, una característica estructural del ser humano y que solo la experiencia del amor auténtico, que no es virtual, puede llenar.
Lo que está sucediendo hoy en día es el proceso imparable del “instrumento” que tiende a transformarse en “maestro”, añade Pierangelo Sequeri.
La estrategia para salir de la posible deriva “idolátrica” de las herramientas de comunicación es, en primer lugar, reconocer su funcionalidad instrumental, a la que deben ser llevadas. El redescubrimiento del lenguaje humano en su riqueza y expresividad es, pues, la primera estrategia ganadora: una relacionalidad comunitaria rica y afectuosa, capaz de devolver la razón al ser humano. También se necesita el sentido crítico del educador. Si los adultos son maduros en la gestión de los instrumentos de comunicación social, se dan las condiciones para una alianza en vista de un uso eclesial de las potencialidades de la red, corresponsabilidad de los propios jóvenes, que pueden así poner su competencia multimedia y unirla a la sabiduría de los adultos. Por lo tanto, desde el punto de vista pastoral, es importante no solo advertir a los jóvenes, sino también proporcionar una verdadera catequesis a los adultos.
Como hicieron los Padres de la Iglesia al enfrentarse al extraordinario legado de la cultura griega incluso entre las oportunidades y peligros de la red, es necesario “examinarlo todo”, conscientes de las peligrosas ilusiones y trampas. Pero, guiados por el Espíritu Santo, también será posible descubrir preciosas oportunidades para llevar a la gente al Señor.
La proclamación requiere relaciones humanas auténticas y directas: Internet no es suficiente, la tecnología no es suficiente. Pero la presencia de la Iglesia en Internet no es inútil; al contrario, es indispensable estar presente, siempre con estilo evangélico, en lo que, para muchos, especialmente los jóvenes, se ha convertido en una especie de ambiente de vida.