Nadie puede negar que la situación de Venezuela es un verdadero problema, no solo local sino mundial. Hiere a los ojos las imágenes de enfermedad, de hambre, de dolor que viven muchas personas. Duele ver la “imagen terrible de una madre lleva a la morgue el cadáver de su hija en brazos, fallecida durante los cortes de luz” “o enterrar decenas de niños que no tuvieron medicina o electricidad para salvarse”. Duele ver el escenario de miles de venezolanos que deben recorrer miles de kilómetros en busca de un futuro caminando a otros países.
En medio de este panorama desolador nos manifiesta. Mons. Biord: “Estamos viviendo cambios políticos profundos. Desde hace 20 años se instauró lo que se llama la revolución bolivariana que proponía el socialismo del siglo XXI, pero lastimosamente esa revolución ha fracasado.
Este proyecto ha causado una gran pobreza, habiendo seguido un modelo económico y social de gran control del Estado a la gente y a las empresas y a la libre iniciativa económica. Toda esta situación nos ha llevado un colapso generalizado en los servicios y al quiebre y al cierre de casi todas las empresas.
Uno de los mayores desastres que ha producido este régimen es que casi más de 4 millones de venezolanos en estos últimos 10 años han salido del país. Gente muy pobre y sencilla ha tenido que dejar el país o en autobús y caminando para llegar a otros países.
La situación de Venezuela es de mucha pobreza, de mucha necesidad y como hemos afirmado los obispos en distintas ocasiones a través de los documentos de la conferencia episcopal de Venezuela, estamos ante una situación de ilegitimidad del presidente, ilegitimidad en el desempeño e ilegitimidad en el origen.
Necesitamos una transición, con elecciones libres y una renovación de los poderes para renovar la institucionalidad del país… Vemos con esperanza este momento histórico, a pesar del hambre y de la situación difícil que vive el pueblo. A pesar del colapso de muchos servicios, del quiebre económico y del hambre de mucha gente.
Hay un pueblo que se resiste a ser doblegado. Es un pueblo que quiere brindar asistencia humanitaria a través de las distintas organizaciones civiles. La Iglesia ha puesto como centro de ayuda a “Cáritas” a nivel parroquial y diocesano para recibir la ayuda y para distribuirla a la población más vulnerable que son los niños en desnutrición, las madres lactantes y las madres embarazadas y a los adultos con enfermedades terminales.
El pueblo venezolano tiene derecho a vivir con calidad de vida, y brindar futuro a nuestros jóvenes.
Existe mucha esperanza pero la vez mucho sufrimiento.
Agradecemos a los países y a los grupos religiosos que nos están ayudando con la oración y con su presencia, para mantenernos en pie y en la búsqueda por el respeto a los derechos humanos y a la dignidad del pueblo. Vemos con esperanza esta situación. Le pedimos a Dios que la transición sea pacífica.”