La causa y el efecto de cada uno de estos momentos extremos residen en la ausencia de una autoridad gubernamental capaz de organizar el socorro, así como de garantizar una administración normal. Cuando los antiguos invasores fueron sustituidos por gobiernos estadounidenses, la dependencia de potencias lejanas y de locales corruptos se elevó al nivel más alto, del que no parece posible descender.
"Haría falta un milagro para salir de esta maraña de pobreza, violencia, criminalidad y condicionamientos externos", confiesa el Padre Stra. Y él sabe un par de cosas sobre milagros: durante el terremoto de magnitud 7, del 12 de enero de 2010 -que también afectó gravemente a las estructuras salesianas, matando a más de trescientos niños, jóvenes y educadores- sobrevivió al derrumbe de la Escuela Nacional de Artes y Oficios (ENAM - École Nationale des Arts et Métiers), la primera casa salesiana en Haití, fundada en 1935.
A pesar de esa terrible experiencia y de todas las dificultades que aún hoy afligen al país, el Padre Stra nunca ha pensado en abandonar la que se ha convertido en su segunda patria. Más bien, junto con sus hermanos y sus colaboradores, se esfuerza por reproducir pequeños "milagros" cotidianos en las trece obras salesianas de Haití.
El compromiso adquirido por los religiosos, en la emergencia de 2010, se renovó hace dos años tras un nuevo fenómeno sísmico; entre medias llegó el huracán Matthew en 2016, que trajo más muerte y destrucción.
Y un verdadero milagro es que, aún hoy, permanezcan setenta salesianos en Haití. Las casas con el letrero de Don Bosco son un refugio para miles de adolescentes que, en las calles o en los bares, entraban en contacto con traficantes de droga y extorsionadores. A pesar de ello, o quizás debido a ello, los propios salesianos no están exentos de las atenciones de los delincuentes: las bandas criminales infestan las calles, ningún gobierno es capaz de contrarrestarlas y el poder político, bajo la amenaza constante de los señores del crimen, es incapaz de evolucionar en una dirección positiva y garantizar ni el orden, ni la seguridad, ni la convivencia pacífica.
Todos los análisis llevan a la conclusión de que no hay salida, salvo un "milagro". Sin embargo, entre los pequeños "milagros" cotidianos, la resistencia del Padre Stra y de los demás misioneros es el único hecho cierto.
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