Este logro, obtenido en pleno año jubilar por su centenario y en el mes de María Auxiliadora, no hubiera sido posible sin el apoyo de profesionales como la arquitecta Maria Esther Rios, la historiadora Milagros Valenzuela y la abogada Jessica Flórez del Ministerio de Cultura, cuyo titular es Alejandro A. Neyra. Así mismo, el reconocimiento a la admirable disposición institucional de la Congregación Salesiana, en particular del padre inspector Manolo Cayo, del párroco de María Auxiliadora Santo Dal Ben y del delegado de Comunicación Renato Luna.
La importancia de este monumento religioso se originó desde su propia concepción, cuando fue diseñado para ser el templo de gratitud a Dios por el Centenario de la Independencia, a celebrarse en 1921.
En 1916 la Congregación Salesiana, presente en el Perú desde 1891, llamó al sacerdote y arquitecto italiano Ernesto Vespignani, residente en Buenos Aires, para que realizara los planos. Una vez concluidos, el proyecto fue entregado a Monseñor Ángel Jacinto Scapardini, Delegado Apostólico del Papa Benedicto XIV, quien lo aprobó en su condición de Homenaje Nacional por el Centenario de la Independencia del Perú. A continuación, los obispos de Trujillo, Ayacucho, Cusco, Huaraz, Arequipa y Lima, además del vicario capitular de la diócesis de Puno, se sumaron al proyecto de hacer del templo salesiano el monumento del catolicismo peruano para la fiestas del centenario.
Con el aval pontificio y del episcopado peruano, los Salesianos realizaron las colectas para el financiamiento del templo, dirigidas por el sacerdote Carlos Pane. Mediante contribuciones directas o a través del uso de la Cripta del Perpetuo Sufragio, ubicada debajo de la Basílica, la propia feligresía local y nacional financió los trabajos.
Sin embargo hacia 1920 los avances evidenciaban que probablemente no se llegaría a tener el templo listo para el año siguiente. Efectivamente, el 28 de julio de 1921, fecha central de las fiestas centenarias, el templo se encontraba inconcluso: no se habían construido las bóvedas que techarían el recinto y la torre se encontraba a menos de la mitad de la altura proyectada.
Aun así, el 30 de julio de 1921, el Templo de María Auxiliadora fue inaugurado solemnemente con presencia del Presidente de la República, Augusto B. Leguía, acompañado de autoridades civiles y eclesiásticas del país, además de representantes de misiones diplomáticas extranjeras. La misa inaugural fue presidida por Monseñor Carlos Pietropaoli, enviado del Papa para las fiestas del Centenario.
Entre 1921 y 1924 los trabajos continuaron. Finalmente, el 8 de diciembre de 1924, en medio de las fiestas por el centenario de la Batalla de Ayacucho, se inauguraron las obras concluidas del templo, también en presencia del presidente Leguía y demás personalidades. Se había cumplido con el objetivo de tener el templo listo para las fiestas centenarias.
Hoy, a un siglo de su construcción, la Basílica de María Auxiliadora (en 1962 recibió el rango basilical por disposición del Papa Juan XXIII) se ha consolidado no solo como un hito de la arquitectura religiosa, sino también como el principal repositorio del arte religioso del siglo XX en Lima.
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