En Haití, los misioneros salesianos continúan trabajando junto a la población, sirviendo cada año a más de 24.000 niños y jóvenes en sus escuelas reconstruidas, pero no es suficiente. La pandemia, de hecho, ha agravado considerablemente el malestar social.
"Los Salesianos fuimos de los primeros en comprometernos con la reconstrucción; primero la del ser humano y luego de las infraestructuras", explicó el Padre Jean Paul Mesidor, Superior de la Inspectoría Salesiana de Haití. "En esta década hemos trabajado duro para reconstruir muchos de nuestros centros, pero con el paso de los años este impulso ha disminuido. Hoy todo está paralizado y tenemos que enfrentar otras emergencias como la pandemia”, agregó.
El Covid-19 forma parte de un contexto ya marcado por la violencia, la inseguridad, la pobreza y está dejando graves consecuencias socioeconómicas. Como explica además el padre Mesidor, muchos niños han abandonado la escuela debido a los problemas económicos de sus familias y miles de personas han perdido su trabajo.
Durante los meses de encierro, los salesianos estuvieron al lado de la población: realizaron programas de sensibilización sobre las medidas de protección, distribuyeron más de 8.000 mascarillas, entregaron kits de higiene y alimentos a más de 3.000 familias vulnerables e iniciaron un proyecto de distribución de semillas y herramientas agrícolas para ayudar a 1.500 familias.
Además, Misiones Salesianas, la Oficina de Misión Salesiana de Madrid, sigue invirtiendo en educación, con becas para ayudar a estudiantes sin recursos.
“Seguimos creyendo en la educación como la única salida para los niños y jóvenes más pobres. Serán cada vez más pobres si no tienen acceso a la educación”, concluye el padre Mesidor.