Ad Al Fidar, en la costa, a unos 30 kilómetros de la capital, los salesianos trabajan con los jóvenes de todas las edades y orígenes, con una oferta diversificada de actividades relacionadas al oratorio y al voluntariado. Ahora su misión se ha intensificado.
“Sabemos que las familias que viven cerca del puerto, y también la de los campamentos para prófugos, lejos de allí, siguen teniendo miedo. Lo shock fue fuerte y nosotros hacemos todo lo posible para llevar un poco de alegría y hacer olvidarles el ruido ensordecedor de esa explosión que se asemejaba al de las bombas”, cuenta el padre Zakerian, misionero salesiano sirio, director del centro de El Houssoun, Líbano.
De acuerdo a los datos de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, son unas 200 mil las familias cuyas habitaciones fueron seriamente dañadas tras la explosión de enorme proporciones. Muchas vieron derrumbarse la propia casa, otras fueron transferidas porque sus casas eran inhabitables. Para no hablar de quienes ya vivían en condiciones precarias en los campamentos de acogida: entre jóvenes que frecuentan en oratorio hay muchos refugiados sirios, iraquíes y palestinos.
Por esto los salesianos decidieron ayudarlos a superar el trauma ofreciéndoles una ocasión de entretenimiento y de comunidad, invitando por turnos a las diversas familias para que pasen una semana en su casa de El Houssoun.
“Lo hicimos para dar una respuesta a estas personas - explica el padre Zakerian - y sobre todo por los niños, para alejarlos de la tensión que aún se respira en Beirut desde el día de la explosión... El dolor mayor es ver las repercusiones en los más frágiles: las familias de refugiados sirios e iraquíes que viven en las cercanías del puerto; las personas heridas físicamente y afectadas psicológicamente por el evento”.
“No se trata solamente de daños materiales, sino también de repercusiones morales: heridas profundas, psíquicas, sufridas por una población que incluye a los prófugos sirios e iraquíes escapados de ‘sus guerras’, y que en el Líbano se encontraron afectados por otro drama”, añade.
Il salesiano tiene en mente, por ejemplo a Suray,un refugiado iraquí que para escapar del lugar de la explosión quedó herido en una pierna. “Este jovencito tiene miedo de que se pueda repetir nuevamente un acto violento como ese; escapó de Iraq con su familia debido a la guerra y ahora la guerra parece seguirlo”, explica.
Al mismo tiempo las actividades de los salesianos tienen en vista la reconstrucción de las casas dañadas: “Con los grupos de voluntarios locales hemos ido desde los primeros días para intentar reparar los vidrios de las ventanas hechos añicos: la gente no podía vivir con los vidrios rotos” concluye el padre Zakerián.
