El padre Cameroni subrayó en la homilía el mensaje que se da a la comunidad civil y eclesiástica de Omegna, al dedicar una de las plazas centrales de la ciudad al padre Andrea Beltrami: «Encuentren el coraje para abrazar todos los contratiempos del momento presente, abandonando por un momento el propio empeño, para dar espacio a la creatividad que solo el Espíritu Santo es capaz de suscitar. Encuentren el coraje de abrir espacios donde todos puedan sentirse llamados y permitan nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad, de solidaridad. En la cruz de Cristo hemos sido salvados para recibir la esperanza y dejar que esta refuerce y apoye por todas las vías posibles que puedan ayudarnos a custodiarnos y a custodiar». La plaza restaurada, lugar de encuentro y acogida, es un signo de esperanza que libera de los miedos y genera confianza en el futuro, especialmente para las nuevas generaciones.
El testimonio del padre Beltrami confirma la afirmación de Don Bosco: «Beltrami hay uno solo», indicando la originalidad de la santidad de este hijo suyo que encarnó el núcleo secreto de la santidad apostólica salesiana: la fecundidad del dolor vivido y ofrecido por amor. De su cruz hizo un timón, de su sufrimiento una esperanza, para que nada y ni nadie lo separarse del amor redentor de Cristo. En medio al aislamiento en el cual sufría la falta de encuentros y sentía la ausencia de tantas cosas, ha escuchado y dado testimonio del anuncio de que el Señor ha resucitado y vive a nuestro lado.
El padre Beltrami, entre 1888 y 1889 fue a Turín-Valsalice y en este período conoció al príncipe polaco, hoy beato, Augusto Czartoryski. «que cuando se enfermó de tuberculosis - explica en la homilía el padre Cameroni - fue acudido por el padre Beltrami como un ángel de la guardia». Algún año después - el 20 de febrero de 1891 - Beltrami contrajo la misma enfermedad, que lo llevó a un progresivo consumirse y a un forzado aislamiento. En fin, en 1893, llegó la ordenación sacerdotal. «El 20 de febrero es el aniversario de mi enfermedad: yo hago fiesta, como un día bendecido por Dios; día fausto, lleno de gozo, entre los más bellos de mi vida» señaló Beltrami. Falleció en Turín el 30 de diciembre de 1897 con solamente 27 años de edad.