¡QUÉ REGALO, EL TIEMPO!
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10 Enero 2025

EL MENSAJE DEL VICARIO DEL RECTOR MAYOR,
Don Stefano Martoglio

El comienzo del Año Nuevo, en nuestra liturgia, está iluminado por la antiquísima bendición con la que los sacerdotes israelitas bendecían al pueblo: “Que el Señor te bendiga y te guarde. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y tenga piedad de ti, que el Señor vuelva su rostro hacia ti y te conceda la paz”.

Queridos amigos y lectores, nos encontramos al inicio de un nuevo año, por lo que hagámonos llegar mutuamente nuestros mejores deseos para el tiempo que se avecina, un don que contiene todos los demás dones en los que se desarrolla nuestra vida.

Llenemos, pues, este deseo de contenidos que lo iluminen. Demos la palabra a Don Bosco que, cuando llegó al seminario de Chieri, se detuvo sobre el reloj de sol que aún hoy se encuentra en la pared del patio, y contó: «Levantando la mirada sobre un reloj de sol, leí este versículo: “Afflictis lentae, celeres gaudentibus horae”. He aquí, le dije a mi amigo, nuestro programa: estemos siempre alegres y el tiempo pasará pronto» (Memorias Biográficas I,374).

El primer deseo que intercambiamos, para vivirlo, es lo que nos recuerda Don Bosco: vive bien, vive serenamente y transmite serenidad a los que te rodean, ¡el tiempo tendrá otro valor! Cada instante de tiempo es un tesoro; pero es un tesoro que pasa rápidamente. A Don Bosco también le gustaba comentar: «Los tres enemigos del hombre son: la muerte (que lo sorprende); el tiempo (que se le escapa), el demonio (que le tiende sus trampas)» (MB V,926).

«Recuerda que ser feliz no es tener un cielo sin tormentas, una carretera sin accidentes de tráfico, un trabajo sin fatiga, unas relaciones sin decepciones», dice un antiguo deseo. «Ser feliz no es sólo celebrar los éxitos, sino aprender lecciones de los fracasos. Ser feliz es reconocer que merece la pena vivir, a pesar de todos los desafíos, incomprensiones y momentos de crisis. Es dar gracias a Dios cada mañana por el milagro de la vida».

Un sabio tenía en su estudio un enorme reloj de péndulo que sonaba con solemne lentitud a cada hora, pero también con gran estruendo.

«¿Pero no te molesta?», le preguntó un estudiante.

«No -respondió el sabio- porque así a cada hora me veo obligado a preguntarme: ¿qué he hecho con la hora que acaba de pasar?».

El tiempo es el único recurso no renovable. Se consume a una velocidad increíble. Sabemos que no tendremos otra oportunidad. Así que todo el bien que podamos hacer, todo el amor, la bondad y la amabilidad de que seamos capaces, debemos darlo ahora. Porque no volveremos a esta tierra otra vez. Con un eterno velo de remordimiento en nuestras profundidades, sentimos que alguien nos preguntará: «¿Qué hiciste con todo ese tiempo que te regalé?».

Nuestra esperanza se llama Jesús

En el nuevo tiempo que acabamos de empezar, las fechas y los números de un calendario son signos convencionales, creados para medir el tiempo. En el paso del año viejo al nuevo, muy pocas cosas han cambiado, pero la percepción de un año que termina nos obliga a hacer siempre balance. ¿Cuánto hemos amado? ¿Cuánto hemos perdido? ¿Cuánto hemos mejorado o empeorado? El tiempo que pasa nunca nos deja iguales.

Con la llegada del nuevo año, la liturgia tiene su propia manera de hacernos balance. Lo hace a través de las primeras palabras del Evangelio de Juan, palabras que pueden parecer difíciles, pero que en realidad reflejan la profundidad de la vida: «En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Todo fue hecho por medio de él, y sin él nada de lo que existe fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres; la luz brilla en las tinieblas, pero las tinieblas no la recibieron». En el fondo de nuestra vida resuena una Palabra más grande que nosotros mismos. Es la razón por la que existimos, por la que existe el mundo, por la que existe todo. Esta Palabra, este Verbo, es Dios mismo, es el Hijo, es Jesús. El motivo por el que fuimos creados tiene un nombre, y ese nombre es Jesús.

Él es el verdadero motivo por lo que todo existe, y es en Él donde podemos comprender lo que existe. Nuestra vida no debe juzgarse comparándola con la historia, sus acontecimientos y su mentalidad. Nuestra vida no puede juzgarse mirándonos sólo a nosotros mismos y a nuestra experiencia. Nuestra vida sólo puede entenderse si la abordamos con Jesús. En Él todo cobra sentido y significado, incluso las cosas contradictorias e injustas que nos han sucedido. Mirando a Jesús comprendemos algo de nosotros mismos. Un salmo lo dice bien cuando afirma: 'En tu luz vemos la luz'.

Esta es la manera de ver el Tiempo según el Corazón de Dios, y deseamos vivir este tiempo nuevo así.

El Año Nuevo traerá importantes acontecimientos y novedades para todos nosotros, para la familia salesiana, para la Congregación. Todo dentro del don del Jubileo que estamos viviendo en la Iglesia.

En el espíritu del Jubileo nos dejamos llevar por la Esperanza que es la presencia de Dios en nuestras vidas.

El primer mes de este nuevo año, enero, está lleno de fiestas salesianas que desembocan en la Fiesta de Don Bosco; demos gracias a Dios por esta delicadeza con la que nos regala comenzar el nuevo año.

Dejemos, pues, la última palabra a Don Bosco y fijémonos en esta máxima suya, para que forje nuestro 2025: “Hijos míos, guardad el tiempo y el tiempo os guardará para la eternidad” (MB XVIII 482,864). 

InfoANS

ANS - “Agencia iNfo Salesiana” - es un periódico plurisemanal telemático, órgano de comunicación de la Congregación Salesiana, inscrito en el Registro de la Prensa del Tribunal de Roma, Nº. 153/2007.

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