Nosotros, los salesianos, estamos acostumbrados a cantar: «Dios te ha dado un corazón grande / como la arena del mar. / Dios te ha dado su Espíritu: / ha liberado tu amor».
El Papa Pío XI, que lo conocía bien, dijo que Don Bosco tenía una "bellísima particularidad": era “un gran amante de almas” y las veía «en el pensamiento, en el corazón, en la sangre de Nuestro Señor Jesucristo». Además, en el escudo de nuestra Congregación hay un corazón ardiente.
El Papa Francisco introduce así en el número 2 de Dilexit Nos: “para expresar el amor de Jesús se usa a menudo el símbolo del corazón. Algunos se preguntan si todavía tiene un significado válido. Pero cuando estamos tentados de navegar en la superficie, de vivir con prisa sin saber al final por qué, de convertirnos en insaciables consumidores y esclavos de los engranajes de un mercado al que no le importa el sentido de nuestra existencia, necesitamos recuperar la importancia del corazón”. ¡Qué fuerte es esta indicación de nuestro Papa para señalarnos una nueva forma de vivir, en un tiempo nuevo que se nos ha dado, el año que viene!
En el número 21, el Papa Francisco escribe: “el núcleo de cada ser humano, su centro más íntimo, no es el núcleo del alma sino de toda la persona en su identidad única, que es de alma y cuerpo. Todo se unifica en el corazón, que puede ser la sede del amor con todas sus componentes espirituales, psíquicas e incluso físicas. En definitiva, si en él reina el amor, la persona alcanza su propia identidad de forma plena y luminosa, porque todo ser humano ha sido creado principalmente para el amor, está hecho en sus fibras más profundas para amar y ser amado”.
Y añade en el número 27 de la misma Carta Encíclica: “ante el Corazón de Jesús vivo y presente, nuestra mente, iluminada por el Espíritu, comprende las palabras de Jesús. Así, nuestra voluntad se pone en marcha para practicarlas. Pero esto podría quedar como una forma de moralismo autosuficiente. Sentir y saborear al Señor y honrarlo es cosa del corazón. Sólo el corazón es capaz de poner las demás facultades y pasiones y toda nuestra persona en una actitud de reverencia y de obediencia amorosa al Señor”.
No me extiendo más, esperando haber despertado en vosotros el interés por leer esta espléndida Carta Encíclica que no es solo un gran regalo para vivir de manera nueva el tiempo que se nos ha dado, y eso ya sería suficiente; también es una indicación profundamente “salesiana”.
¡Cuánto escribió y trabajó Don Bosco en la difusión de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, como amor divino que acompaña nuestra realidad humana!
Un magnífico impulso
En las Memorias Biográficas, en el volumen VIII, 243-244, encontramos escrito sobre Don Bosco: “la devoción al Sagrado Corazón, que en su alma estaba encendidísima, animaba todas sus obras, daba eficacia a sus conversaciones familiares, a sus predicaciones y al ejercicio de su ministerio, de modo que todos quedábamos encantados y convencidos (dice el testimonio de Don Bonetti). Parecía también que el Sagrado Corazón cooperaba con ayudas sobrenaturales al cumplimiento de su ardua misión”.
Este testimonio de la devoción de Don Bosco al Sagrado Corazón se identifica “plásticamente” con la Basílica homónima construida por Don Bosco en Roma a petición del Papa de entonces. El edificio material nos remite y llama a todos a la “monumental” devoción de Don Bosco al Sagrado Corazón. Al igual que con la Virgen, así también con el Sagrado Corazón, la devoción de Don Bosco se manifiesta en las iglesias que construyó. Porque la devoción al Sagrado Corazón es la Eucaristía, el culto Eucarístico.
El corazón de Don Bosco en constante amor con la Eucaristía es un magnífico impulso personal para hacer vivo y verdadero esto en el nuevo año. Un verdadero y profundo deseo de feliz año nuevo vivido en plenitud. Como continúa el canto: «Has formado hombres / de corazón sano y fuerte: / los has enviado por el mundo a anunciar / el Evangelio de la alegría».
Me gusta concluir este breve mensaje deseando de corazón a todos un buen año nuevo, con la imagen que el Papa Francisco presenta en las primeras páginas de la encíclica, refiriéndose a las enseñanzas de su abuela sobre el significado del nombre de los dulces de carnaval, las “mentiras”*1, porque en la cocción la masa se hincha y queda hueca, entonces tiene una apariencia externa que no corresponde a un contenido real; parecen algo desde fuera pero por dentro están vacías, son “mentiras”.
Que el año nuevo sea para todos nosotros lleno y rico de sustancia, concretándolo en la acogida de Dios que viene en medio de nosotros. ¡Que Su venida traiga paz y verdad, que lo que se ve por fuera corresponda a lo que hay dentro!
¡Feliz año de corazón a todos vosotros!
(*1) Las "busie" se ha traducido por “mentiras”, que es el término que el Papa usa en la traducción española de la Encíclica, aunque se pierda el original del dialecto del norte.