¿Por qué te decidiste a participar de la misión en el Cottolengo?
Tenía ganas de hacer la experiencia “Shemá” desde hace un tiempo, pero aún no había podido. En Semana Santa siempre busco alguna instancia que me ayude a vivirla con más profundidad, y el año pasado justo cayó la misión en esos días. Sabía que era en “el Cottolengo”, y por eso tenía mucho miedo, porque a mi hermana la experiencia la transformó.
¿Cómo fue la misión?
Quienes viven en el Cottolengo se te acercan, te preguntan, todo es nuevo. El primer día fue como un terremoto que destruyó todos esos miedos y permitió construir de unas nuevas perspectivas en mi vida… Tenía muchas preguntas, y viendo la situación de tantas personas me pregunté ¿dónde está la dignidad de la persona?
¿Te enfrentaste con la realidad?
Sí. Uno piensa que necesita cosas para ser feliz. Y encontrarse con estas vidas enfermas, abandonadas, personas necesitadas, te muestra que el camino no va por donde pensabas.
¿Fue un descubrimiento o sacaste de adentro algo que ya tenías?
Siento que algo de mi persona afloró. Dios va sembrando cosas, y de repente estalla. Con esos miedos internos Dios me estaba pidiendo algo más y eso se llamaba: servir, acompañar.
¿Siguieron yendo al Cottolengo una vez finalizada la experiencia?
Cuando terminó la misión nos miramos entre los voluntarios y sabíamos que íbamos a volver. Es que ahí encontré algo que completó mi vida al servicio de los otros. La idea era que la iniciativa tuviera raíces fuertes y no estuviera movida por el egoísmo de sentirse bien. Lo primero en lo que nos pusimos de acuerdo era generar la sensación de que tienen alguien y que no se encuentran abandonos por sus familiares y amigos que van día y nunca más. Nuestrovida debe estar en ellos con ellos.
¿Qué hacen durante la visita al Cottolengo?
Hemos generado vínculos con algunos. Recordemos que son 200 personas las que se encuentran en el lugar. Cada va haciendo relaciones de amistad. Son momentos de diálogos, de compartir. La riqueza está en el encuentro y en el compromiso, en el compartir de los dos mundos: los nuestros y los de ellos.