Myanmar, ¡qué gran pasado! Una vez te llamaron “la Tierra de Oro”. Una tierra bendita con tesoros. Myanmar posee el 50% del “Oro” de toda la zona, majestuosos ríos danzan a través de seductores campos, regando exuberantes bosques, campos que han convertido a Myanmar en el arrozal de Asia. Myanmar parecía ser el regalo de un Dios indulgente.
¡Llora, mi amado país!
Con todos estos grandes tesoros, Myanmar es hoy uno de los países más pobres del sudeste asiático. La inversión extranjera está mendigando y es el Programa Mundial de Alimentos el que sigue alimentándola.
¡Llora, mi amado país!
Una vez fuimos la envidia del mundo. En los años 50 y principios de los 60, éramos la nación rica del sudeste asiático. Myanmar era el paraíso, el país más rico del sudeste asiático, con las mejores universidades y una cultura aderezada con una educación de calidad y una rica tradición espiritual.
¡Llora, mi amado país!
Este paraíso terrenal ha sido mutilado en un infierno virtual. 60 años de amargo conflicto, grupos armados de todas las tribus. El río Irrawaddy, es testigo silencioso de los ríos de sangre que han bañado la tierra. La lista de odios e injusticias mutuas es nauseabunda, más de un millón de refugiados para las guerras, más de un millón de desplazados internos, un país donde la tasa de pobreza es de alrededor del 40%...
El sufrimiento de Myanmar no se debe al mal Karma, no es la voluntad de Dios. Es la estupidez de los hombres la que ha transformado una tierra de oro en una pesadilla. Y como se trata de una catástrofe provocada por el hombre, puede ser detenida por la buena voluntad de hombres y mujeres.
No es demasiado tarde. Si invertimos en esperanza y paz, podemos volver a esa Tierra del “Oro” original. El camino hacia la paz abierto por la Conferencia de Panglong no es perfecto, pero es un punto de partida. Dar una tregua al sonido de las armas, dar una oportunidad a la paz. La paz es posible, la paz es el único camino.
Que mi país despierte en ese sueño de libertad y prosperidad.
Card. Charles Bo, SDB