Esta no es una constatación solo a nivel salesiano, sino que también es una realidad mundial. En los últimos días el Papa Francisco reconoció el martirio de una joven eslovaca, Anna Kolesárová, llamado Anka, jovencita de la Arquidiócesis de Košice, que vivió una vida tranquila.
El 22 de noviembre la aldea fue ocupada por las tropas soviéticas del Ejército Rojo. Su padre Jan se refugió con su familia y sus vecinos en el sótano debajo de la cocina. Durante un recorrido por la casa, un soldado soviético ebrio descubrió el escondite. Por insistencia de su padre, Anna Kolesárová salió del escondite, se acercó a la cocina y sirvió al soldado comida y agua. El soldado comenzó a hacer insinuaciones sexuales hacia ella. Cuando ella rechazó, él la amenazó: ¡se acostaba con él o la asesinaría! A pesar de esa amenaza ella se negó. Un día ella fue asida, pero logró escaparse y corrió al sótano. El soldado la persiguió, le permitió despedirse de su padre, y luego le apuntó con su rifle automático y la asesinó.
El 22 de noviembre de 1944, a la edad de dieciséis años, fue asesinada, pronunciando los nombres de Jesús, María y José. Los restos mortales de Anna descansan en el cementerio de su pueblo, Colocaron una placa que muestra, además de la información habitual, el lema de Santo Domingo Savio, “antes morir que pecar”.