Si san Lorenzo, el diácono romano de los primeros tiempos de la Iglesia, afirmaba que nuestras riquezas no son los cálices y las reliquias de los mártires, aunque preciosas e importantes, sino los pobres, para nosotros vale otra igualdad: nuestra riqueza son los jóvenes.
Y no solamente –como es obvio– en el campo de la Pastoral Juvenil, sino en todo el ámbito social y civil. Con ellos me encuentro, con ellos organizo, con ellos voy a los lugares de mayor necesidad. Ellos son mi comunidad concreta, sin la cual no tendría la fuerza, el coraje ni la posibilidad de afrontar los retos.
No solo me sugieren nuevas iniciativas, sino que son la red a través de la cual cada encuentro es posible y acogido. Recuerdo los viajes desde Kiev hacia las zonas recién liberadas de la ocupación, los viajes a las regiones de Donetsk y de Zaporiyia, hacia territorios atribulados por el insomnio debido a los bombardeos inesperados a cualquier hora del día y de la noche; con ellos, a riesgo y peligro propio. Quise impedirles que vinieran, pero no hubo manera. Varios de estos jóvenes luego se alistaron por su voluntad de defenderse del agresor. Estoy seguro de que, incluso en la situación de guerra, de defensa de su patria y de sus seres queridos, llevaron al frente algo especial, al menos la conciencia de un sentido de justicia y la confianza en Dios. Esto también podría ser un “milagro”.
Claro, cuando termine, y creemos y esperamos que sea pronto, la posibilidad de reconstruir el futuro (y no hablo de edificaciones ni de estructuras industriales y civiles) recaerá plenamente sobre los hombros de estos jóvenes que han vivido estos traumas. ¿Se puede imaginar a un joven de secundaria o universitario italiano que de repente sea arrancado de sus comodidades y proyectos y arrojado a un campo de batalla, con drones sobre él, con compañeros heridos o muertos, sin entender el porqué? Pues bien, nuestros jóvenes están viviendo esta experiencia, al menos los mayores, y ninguno de ellos está sin hermanos o hermanas más pequeños que rezan cada noche por su vida y su regreso a casa, justamente sanos y salvos.
Tengo confianza en nuestros jóvenes, que han madurado demasiado rápido y tienen heridas difíciles de sanar. ¡Cuánto trabajo, no solo psicológico, sino espiritual! Sobre esta juventud se construirá la nueva Ucrania.
