"Desarrollo" es un término que tiene muchas implicaciones. Organizaciones No Gubernamentales, fundaciones y numerosas de organizaciones participan en proyectos de desarrollo. Los modelos puramente económicos y tecnológicos de desarrollo son insuficientes. De hecho, el desarrollo no es sólo la reducción de la pobreza y la desigualdad, ni sólo la acumulación de riqueza y el aumento de la disponibilidad de bienes y servicios. Un modelo de desarrollo tecnocrático considera la naturaleza como una fuente infinita de energía y recursos naturales, afirmando falsamente que los efectos negativos de la sobreexplotación de los recursos naturales, el uso intensivo de combustibles fósiles y la destrucción sin precedentes de los ecosistemas pueden restaurarse fácilmente (Laudato Si’ 23, 24, 106; Caritas in Veritate 23).
Del mismo modo, los modelos de desarrollo que rechazan ideológicamente a Dios o se dejan llevar por un ateísmo de la indiferencia, se vuelven ignorantes del Creador y corren el riesgo de volverse igualmente ignorantes de los valores humanos. De hecho, privan a las personas de la fuerza espiritual y moral indispensable para alcanzar un desarrollo humano integral. "El ser humano se desarrolla cuando crece en el espíritu, cuando su alma se conoce a sí misma y las verdades que Dios ha impreso germinalmente en ella, cuando dialoga consigo mismo y con su Creador" (CV 76). Un modelo de desarrollo sin Dios acaba persiguiendo un desarrollo exclusivamente humano, que puede caer fácilmente en la trampa de pensar que puede lograr su propia salvación, acabando por promover una forma deshumanizada de desarrollo.
El desarrollo debe ser "verdadero", "integral" y "sostenible" en el sentido de que considere las dimensiones económica, social, política, cultural y espiritual de la persona humana que debe cuidar de la creación para las generaciones venideras. El "desarrollo humano integral sostenible" es una visión holística del desarrollo enraizada en la doctrina social católica, pero compartida también por otras tradiciones religiosas y confesionales, así como por tradiciones filosóficas y sapienciales.
Promueve el bien de cada persona y de toda la persona a la luz del Evangelio, es decir, los aspectos culturales, económicos, políticos, sociales, espirituales, religiosos, relacionales, medioambientales y ecológicos para ayudar a cada ser humano a ser más y no simplemente a tener más.
La apertura a Dios hace que uno se abra a los demás y a entender la vida como una tarea gozosa que hay que realizar con espíritu de solidaridad. Por tanto, en el corazón del "desarrollo humano integral sostenible" están el respeto y la apertura a la vida, que fortalecen la fibra moral de los pueblos y llevan a una mejor comprensión de las necesidades de los pobres (CV 11, 28, 29, 78, 79). Por ello, la Iglesia "se dedica a una evangelización que promueve al ser humano en su totalidad" (Centesimus Annus 55).
El desarrollo humano integral sostenible se basa en tres principios: Dignidad Humana, Solidaridad y Subsidiariedad. La Dignidad Humana hunde sus raíces en la convicción de que la persona humana ha sido creada a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26), dotando así a cada individuo de una dignidad incomparable. La dignidad humana es la base de la unidad de la familia humana y de nuestros derechos humanos inviolables. Es el primer principio de la doctrina social católica (CIC 1700).
La solidaridad hunde sus raíces en el reconocimiento de que somos herederos de las generaciones anteriores, de que nos beneficiamos de los esfuerzos de quienes nos han precedido y de los de nuestros contemporáneos, y de que estamos llamados a cuidar de la creación para las generaciones posteriores. Por tanto, no podemos descuidar el bienestar de las generaciones que vendrán después de nosotros y el de la generación actual. Tenemos una obligación para con todos. La solidaridad nace de la fe, implica un compromiso firme con el bien común y promueve la responsabilidad personal como fundamento de la libertad individual (Popolorum Progressio, 17).
La subsidiariedad, principio clave de la doctrina social de la Iglesia, es la ayuda que presta el orden superior al inferior con los medios adecuados. Inversamente, implica que el nivel superior no toma decisiones destinadas al nivel inferior competente, privando a este último de sus funciones (CIC 1883). La subsidiariedad es un principio prescriptivo en la toma de decisiones que permite una auténtica libertad, participación, responsabilidad personal y respeta la dignidad de la persona humana que siempre es capaz de dar algo a los demás (CV 57).
Don Bosco, consciente de las implicaciones sociales de su obra, trató de formar a los jóvenes para que fueran honrados ciudadanos y buenos cristianos. Hoy, como Comunidades Educativas Pastorales, educamos y evangelizamos a los jóvenes para llevarlos a la plena madurez, abriéndolos a la verdad, desarrollando su libertad responsable, promoviendo su compromiso por la justicia, la paz y el cuidado de la creación (Const. 31-33).
Para reflexionar y compartir
1. ¿Cuál es mi modelo de desarrollo?
2. ¿Cómo podemos promover el desarrollo integral sostenible de las personas que nos han sido confiadas?
