La constante información sobre conflictos bélicos y actos terroristas cruentos en el mundo y sobre todo, últimamente en África y medio oriente; nos podrían hacer dudar de la posibilidad, en nuestra sociedad, de una convivencia pacífica, diciendo que tal vez ya no es posible. Esto alimentado, desgraciadamente, cada día, por los medios de comunicación que van creando en nosotros esta sensación de desaliento y de impotencia.
Sin embargo, hay signos de esperanza concretos que testimonian cómo la misericordia y solidaridad también se hacen vida en nuestra sociedad. Los encuentros de líderes religiosos dispuestos a trabajar por la paz y el bien común, los grandes esfuerzos del Papa promoviendo una cultura del encuentro a través del dialogo y de gestos solidarios, los compromisos de gobiernos y organizaciones en la ayuda humanitaria, estos y muchos otros más, son ejemplos concretos de la búsqueda del bien común y la construcción de una cultura solidaria.
Un desafío importante es el de unir fuerzas, fomentar la comunicación y el diálogo buscando favorecer una cultura donde la misericordia y la solidaridad sean los criterios centrales de las decisiones políticas sociales; pudiera parecer un reto prácticamente imposible de lograr si solamente se parte de una lógica humana, únicamente es factible si partimos de una apertura a la trascendencia, que significa dejarse guiar por la lógica de la “buena noticia”.
Sin esta capacidad de mirar desde los criterios del evangelio fácilmente se cae en el relativismo, hundiéndose en una actitud de indiferencia que provoca cerrazón y distanciamiento de los demás; fomentando las diferencias, la desconfianza y el distanciamiento de los que no piensan ni creen como nosotros.
El movimiento de salida hacia las periferias que el Papa ha pedido a toda la Iglesia y que lo ha hecho explícitamente a los salesianos, no es únicamente un desplazamiento de tipo geográfico o social, es sobre todo una actitud que nos lleva a salir de nosotros mismos de nuestros espacios de comodidad y nuestras seguridades e ir al encuentro de los demás.
En su último mensaje del “Cari confratelli” del mes de septiembre, el Rector Mayor señala pistas concretas para realizar esta experiencia de camino de misericordia en la vida personal y en nuestras comunidades, proponiendo actitudes concretas, aparentemente simples realizables en la vida cotidiana pero que también requieren enorme esfuerzo y capacidad de renuncia.
“Custodiar las razones de la esperanza”. Es una invitación que no pasa por los grandes escenarios de la comunicación y de lo espectacular, es una experiencia fundamentalmente testimonial que comunica nuestra convicción, de apertura a la trascendencia y nuestra profunda adhesión a la “lógica de Dios”, transmitiendo a través de nuestra vida la esperanza y confianza en el tiempo que estamos viviendo.