Innumerables sueños fueron relatados por Don Bosco, algunos ciertamente más significativos y relevantes que otros. El sueño a los 9 años, de los cuales se celebrará el Bicentenario el próximo 2024, constituye entre todos no sólo el primero desde el punto de vista cronológico, sino también la piedra angular de toda la vida y acción del Santo de la Juventud.
En la gran madeja de sueños que tuvo por Don Bosco, hoy queremos recordar en particular el conocida con el nombre de "la pérgola de rosas".
Es, sobre todo, un sueño que ayuda a acercar la figura de este gigante de la santidad a la realidad cotidiana, recordando cómo viendo desde lejos todo lo que él ha heroicamente realizado puede parecer lineal y simple, casi una serie de acciones que de un premisa determinan su consecuencia lógica. En verdad, toda su inmensa obra, sostenida constantemente por la gracia divina, costó literalmente sangre, sudor y lágrimas, que Don Bosco no dejó de derramar por dos razones muy sencillas: su inmenso amor a Dios, a Jesús y a María; e igualmente inmenso hacia sus jóvenes.
Relatando este sueño, que aquí relatamos resumiendo algunas partes para ser breves, Don Bosco afirma: "Un día del año 1847, habiendo meditado mucho sobre cómo hacer el bien a la juventud, se me apareció la Reina del Cielo y me llevó a un hermoso jardín".
Don Bosco describe el jardín y continúa: “Había una pérgola que se extendía hasta donde alcanzaba la vista, flanqueada y cubierta por rosales en flor. Incluso el suelo estaba todo cubierto de rosas. La Santísima Virgen me dijo: -¡Quítate los zapatos!-, y cuando me los había quitado, añadió: -Ve adelante por esa pérgola; ese es el camino que debes tomar.
Empecé a caminar, pero de inmediato me di cuenta de que esas rosas escondían espinas muy afiladas, por lo que mis pies sangraban. Así, después de solo unos pocos pasos, me vi obligado a regresar.
-Aquí son necesarios zapatos- le dije entonces a mi Guía. -Por supuesto- me contestó; necesitas buenos zapatos.
Me puse los zapatos y partí con cierto número de compañeros que habían pedido seguirme. La pérgola parecía cada vez más estrecha y baja.
Muchas ramas caían y se elevaban como festones; otras colgaban perpendiculares sobre el camino. Todas estaban cubiertos de rosas, y solo vi rosas a los lados, rosas arriba, rosas frente a mis pasos. Mientras todavía tenía fuertes dolores en los pies, toqué rosas aquí y allá, sintiendo espinas aún más punzantes; y me pinché y sangré no sólo en mis manos, sino en toda mi persona. Arriba, hasta las rosas que colgaban escondían espinas muy punzantes, que se clavaban en mi cabeza. Sin embargo, animado por la Santísima Virgen, seguí mi camino.
Mientras tanto todos los que me observaban decían: -“¡Oh, cómo Don Bosco camina siempre sobre rosas! Él va adelante con mucha calma; todas las cosas van bien con él. Pero no veían las espinas que desgarraban mis miembros”.
A ese punto, narra Don Bosco, muchos sacerdotes, clérigos y laicos que lo seguían lo abandonaron, vencidos por el dolor de las espinas y sintiéndose engañados por el mismo Don Bosco.
Sin embargo, otra multitud de sacerdotes, clérigos y laicos reemplazó al primer grupo, consolando a Don Bosco y acompañándolo en sus pruebas hasta que llegó “a un hermoso jardín, donde lo rodearon sus pocos seguidores, todos demacrados, despeinados, sangrando. Entonces se levantó una brisa ligera, y con ese soplo todos se curaron como por encanto".
Y poco más tarde Don Bosco se vio transportado de nuevo a una habitación muy espaciosa, "de tal riqueza que ningún palacio en el mundo puede presumir igual. Todo estaba salpicado y adornado con rosas muy frescas y sin espinas de las que emanaba una fragancia muy dulce.
A Don Bosco la explicación del sueño se la dio la misma Virgen María: "Sabe que el camino que has recorrido entre rosas y espinas significa el cuidado que debes tener de la juventud: debes caminar allí con los zapatos de la mortificación. Las espinas en el suelo representan afectos sensibles, simpatías y antipatías humanas que distraen al educador y lo desvían de la verdadera meta, lo hieren, lo detienen en su misión, le impiden acumular méritos para la vida eterna. Las rosas son símbolo de la caridad ardiente que debe distinguirlos a ustedes y a todos vuestros colaboradores. Las otras espinas significan los obstáculos, los sufrimientos, las penas que les tocarán. Pero no se desanimen. Con la caridad y la mortificación llegarán a las rosas sin espinas”.