Después de la resurrección, Jesús mandó a sus discípulos a ir, hacer discípulos, bautizar y enseñar con la certeza de que siempre estaría con ellos (Mt 28, 18-20). El mandato de Jesús a todos sus discípulos nos lleva a comprender que con nuestro bautismo cada cristiano es un discípulo misionero enviado a dar testimonio del Evangelio a todas las personas en toda ocasión. De hecho, la misión es dar testimonio del Evangelio a todos con palabras y obras, en cada ámbito de la vida y ofrecerles el don del bautismo es parte de nuestra identidad como cristianos.
El apóstol Pablo es considerado el más grande misionero que fundó comunidades cristianas en varias partes de Asia, en Roma y en España. Pero, ¿significa esto que todo cristiano está llamado a ser misionero fuera de su propio país? Hch 13, 2-3 podría darnos una pista: “Mientras adoraban al Señor y ayunaban, dijo el Espíritu Santo: 'Reservad para mí a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado'. Luego, después de ayunar y orar, les impusieron las manos y los despidieron”. Así, mientras todos los cristianos deben tener el ardor de compartir el Evangelio, algunos están llamados a dejar su país o su cultura, mientras que otros están llamados a permanecer y compartir el Evangelio en su país de origen.
'Misión' proviene de una palabra latina que significa "enviar". El misionero es aquel que es "enviado" a dar testimonio, compartir, comunicar y anunciar el don de la fe y el bautismo. El lugar no importa. Podría estar en cualquier continente o país.
En la Biblia era profeta el que hablaba en nombre de Dios y con su autoridad (Ex 7, 1). Su misión es recordar al pueblo de Dios que sea fiel a su compromiso. Cada misionero es un profeta, enviado para contarle a la gente acerca de la salvación de Dios a través de Jesucristo.
Un misionero ha de tener un corazón que vea dónde se necesita amor y actúe ante las necesidades inmediatas para hacer presente aquí y ahora el amor que todo ser humano necesita siempre: alimentar al hambriento, vestir al desnudo, cuidar y curar al enfermo, etc. Nuestras obras de caridad nunca tratarán de imponer nuestra fe a los demás. Un amor puro y generoso es el mejor testimonio del Dios en el que creemos y por el que nos sentimos impulsados a amar. Un discípulo misionero sabe cuándo es el momento de hablar de Dios y cuándo es mejor no decir nada y dejar que el amor hable solo.
El misionero está tocado por el amor de Cristo, cuyo corazón Cristo ha conquistado con su amor. (Benedicto XVI, Deus Caritas est, 31, 33). Si un misionero no hace de esto su prioridad, entonces es solo un trabajador social o un proveedor de servicios sociales, no diferente de las diversas organizaciones humanitarias.
Hoy, la gran mayoría de las personas asocia inmediatamente el trabajo misionero con África, con el trabajo social o con los bosques y las selvas. Esta idea no está mal, pero es demasiado estrecha y no comprende todo a lo que está llamado el misionero. Además, corre el riesgo de que el misionero se preocupe demasiado por suplir sus necesidades, como el mesías que el pueblo judío quería que fuera Jesús.
“Repito el deseo de Moisés para el pueblo de Dios en camino: «¡Ojalá todo el pueblo de Dios profetizara!» (Nm 11,29). Sí, ojalá todos nosotros fuéramos en la Iglesia lo que ya somos en virtud del bautismo: profetas, testigos y misioneros del Señor.” (Papa Francisco, Mensaje, Jornada Mundial de las Misiones 2022)
De hecho, los misioneros salesianos son profetas, ¡no mesías!