Nacido el 23 de julio de 1920 en Scorzé, cerca de Venecia, Bruno Roccaro era el último de los 17 hijos de María Bertolín y Pietro Francesco Roccaro. Creció en una familia de origen campesina y de vida simple, en la que respiró un “clima de fe” y en la cual todos estaban “muy empeñados en actividades pastorales”, a tal punto que también su hermano Luigi fue salesiano misionero en Chile y nada menos que 11 sobrinos del padre Bruno abrazaron la vida religiosa.
Alumno de las escuelas salesianas, en 1937 entró en el noviciado de la ciudad de Este, el año siguiente emitió los primeros votos y fue ordenado sacerdote el 3 de julio de 1949 en Monteortone.
Cuando el padre Bruno tenía 50 años, el Rector Mayor, el padre Luigi Ricceri, le pidió que fuera a Cuba para colaborar en la formación de los sacerdotes. Como salesiano el padre Roccaro dedicó gran parte de su vida especialmente a la formación: primero en Italia y desde 1970 en Cuba, así durante 25 años fue formador y coordinador de los estudios del Seminario interdiocesano “San Carlos” en La Habana. Como había obtenido una licenciatura en matemática en Padua, estaba habilitado a enseñar en las escuelas superiores en matemática y física. En Cuba durante 22 años fue Delegado de los salesianos, teniendo relaciones con muchas autoridades eclesiásticas, civiles y con religiosos. Se le recuerda también por su contribución a la Reflexión Eclesial Cubana (REC) que abrió el camino al Encuentro Nacional Eclesial Cubano de 1986.
En la última carta a su sobrino Ilario, fechada el 24 de septiembre pasado escribía: “Me dicen que estás preocupado por mi salud. No se trata de alarmarse sino más bien de mirar en la cara la realidad y seguir viviendo y trabajando como siempre, para la mayor gloria del Señor y el bien de la gente”.
En la homilía de las exequias, el obispo de Santa Clara, Mons. Marcelo Arturo González Amador, dijo que Don Roccaro deja tres mensajes. A la Iglesia de Cuba: emprender siempre con la ayuda del Espíritu Santo, caminos nuevos para el Evangelio; a la Familia Salesiana: custodiar y hacer crecer el espíritu de Don Bosco; a todos: promover la causa de beatificación y canonización del venerable padre José Vandor, misionero húngaro en tierra cubana, de quien el padre Roccaro fue gran admirador hasta los últimos días de su larga vida.
Participando en 2018 en el seminario propuesto por la Postulación general en Roma, en la reflexión de la “Buona notte” el padre Roccaro, además de recordar su larga vida misionera y su empeño en la causa del venerable Vandor, dejó a todos su programa de vida, sobre la santidad a la cual todos están llamados: “Haz que yo pueda conocerte y amarte, hacerte conocer y hacerte amar”.
