Por Guilherme Lopes
También aprendí que tu “verdadero” Instagram es el sitio donde muestras lo mejor de ti mismo: tus mejores selfies, tus mejores momentos... Cualquier cosa digna de mostrar a tus seguidores y obtener “me gusta”.
Tu “finsta” es en cambio, una página sin filtros. Como algunos jóvenes han descrito, la belleza de “finsta” es que “en tu finsta puedes publicar quién eres realmente”. Lo que los jóvenes han compartido conmigo durante nuestras conversaciones es que aquellos que han tenido roles de liderazgo en nuestros programas tienen dos identidades diferentes en las redes sociales. En su Instagram “real” sus vidas parecen perfectas, llenas de iniciativas, amistades y comentarios sobre lo estimulantes que son las jornadas. Pero el “finsta” realiza una realidad diferente: vidas llenas de alcohol, drogas, imágenes provocativas y más.
Entonces, mientras la Iglesia Católica está cada vez más presente en las redes sociales, creo que los jóvenes sienten la presión de esconderse. Tener tu propio párroco o animador que te sigue en las redes sociales tal vez te empuja a encontrar otra salida.
En mi opinión, tal vez sea impopular, los jóvenes con un “finsta” están viviendo una fractura. Los dos relatos pueden dar al joven una representación falsa de quiénes son en realidad: el domingo por la mañana, un católico perfecto: en cambio de lunes a sábado son seguidores del principio: “uno vive una sola vez”.
Mi opinión no quiere ser un juicio, y me disculpo si lo fue. Pero creo que los que trabajan con jóvenes siempre están buscando ese momento, de “un grito de ayuda”. Bueno, aquí está.
Y si esa imagen que vale más que mil palabras describe al joven “real”, mi pregunta es: ¿él o ella realmente quieren ser como se presentan?
Lo que me entristece es que, a menos que sepa cómo funcionan las redes sociales, es difícil entender realmente cómo se lastiman los jóvenes.
Estoy seguro de que hay quienes crearon un “finsta” solo por diversión. Pero también estoy seguro de que hay quienes comparten sus heridas en su “finsta”. Suceden en los momentos de inseguridad, duda, tristeza y miedo, pero nuestra fe nos recuerda que siempre somos amados, deseados y bienvenidos por Dios.
Como educadores salesianos, tenemos la responsabilidad de saber cómo son nuestros jóvenes.
Si comienza a escuchar la palabra “finsta” en tu comunidad, puede ser el momento de implementar medidas preventivas. ¡Habla con ellos! Continuemos a estar presentes en la vida de los jóvenes como nos enseñó Don Bosco.