Según el libro “El jesuita: Conversaciones con el cardenal Jorge Bergoglio”, Francisco descubrió su vocación la mañana del 21 de septiembre, que se celebra tradicionalmente el día del Estudiante: Había decidido pasar por la iglesia, donde se encontró con el padre Duarte, un sacerdote que no había visto nunca antes, pero que le transmitió la sensación de una gran espiritualidad. Se confesó con él, y en ese momento sintió en el corazón la llamada para ser sacerdote: «Fue el estupor de encontrarse con alguien que te está esperando», relató después.
La llamada de Dios de esta vocación no tuvo consecuencias inmediatas. Durante algunos años siguió trabajando en un laboratorio de análisis bromatológico. A los veinte años, de pronto, enfermó muy gravemente de pulmonía. En ese tiempo difícil, entre las muchas palabras de circunstancia, la hermana le hizo comprender el sentido de ese sufrimiento: «Estás imitando a Jesús».
Poco después vino la decisión de entrar en el seminario diocesano de Buenos Aires. Unos meses después, el 11 de marzo de 1958, pasó al noviciado de la Compañía de Jesús. La decisión de Jorge Mario no fue tan bien recibida en la familia: el padre se puso contento, la madre, decididamente menos, y durante mucho tiempo sintió la falta de su compañía cotidiana. La más feliz era la abuela, que dijo: «Bueno, si Dios te llama, bendito sea».
Para celebrar este gran acontecimiento la Oficina Filatélica y Numismática del Vaticano emitió el lunes, 4 de noviembre de 2019, dos sellos que reproducen dos pinturas realizadas por el pintor español Raúl Berzosa y que indican la Iglesia del barrio de Flores donde sintió el llamado y la otra está dedicada a la “Misericordia”.
La vida de Bergoglio no se comprenderá jamás sin la llamada de Dios. «Soy Jorge Bergoglio, cura. Es que me gusta ser cura», fue la respuesta contundente que hoy lo celebra con gratitud a Dios en estos 50 aniversario.