En los casi 30 días que estuvieron en el Ecuador, ellos no permanecieron en un lugar específico, sino que fueron voluntarios itinerantes. Fueron visitando diferentes lugares poniendo sus dones al servicio de los demás: desde dictar una charla sobre el tráfico hasta ayudar en la elaboración de raciones alimenticias para gente de escasos recursos económicos.
Su primera experiencia fue junto a las Damas Salesiana de Riobamba, donde conocieron la labor que desempeñan en un centro a favor de los adultos mayores y en el acompañamiento que brindan a las personas que están en el Centro de Adolescentes Infractores (CAI).
“Me sobrecogió que en ese lugar había niños de 12 años, como la edad de mi hijo, recluidos por delitos como asesinato o violación. Es admirable la labor que hacen las Damas Salesianas para que esos chicos recuperen su vida”: comenta Diana.
También tuvieron la posibilidad de estar en Morales y Curtincapac, pequeños poblados de la provincia de El Oro. Allí organizaron juegos y dinámicas con los niños, en donde Gerardo y Míriam tuvieron un papel activo para que todos se involucren en las actividades.
“En estos lugares hemos visto que ellos son capaces de colaborar, ellos fueron parte de las cosas que organizamos nosotros. Nos dimos cuenta que los niños pueden participar activamente como pequeños educadores, y todo esto nos ayudó a crecer como familia” menciona Javier.
La vocación misionera de esta familia es una opción que han asumido como una forma de vida. Javier y Diana llevan colaborando con la ONG “Jóvenes y Desarrollo” por alrededor de 20 años, en diferentes programas junto a niños, niñas, y jóvenes, así como en campañas de sensibilización sobre el voluntariado en su país natal.
Estos valores altruistas son los que quieren dejar como herencia a sus hijos y esperan que en unos años ellos sean quienes tomen la posta en esta actividad. “El grupo voluntarios de nuestra ciudades nos decía que nuestros hijos nacieron siendo voluntarios”.
Aunque su expectativa era hacer voluntariado internacional en el extranjero en sus primeros años de casados, esta opción tuvo que esperar por el nacimiento de sus hijos. Esperaron a que Gerardo y Míriam tengan un mayor nivel de independencia, para emprender esta aventura juntos. Y así lo hicieron en este 2019.
Tanto Javier como Diana concuerdan que la riqueza del voluntariado no está tanto en lo que ellos consiguieron entregar a los demás, sino en las experiencias y aprendizajes que se llevan de las personas con las que compartieron gratos momentos. Algo que destacan de la gente de Ecuador es la amabilidad que los hicieron sentir como en casa y reafirmar la idea de que en las casas y obras salesianas no existen fronteras.
Asimismo, Diana hace hincapié en que la motivación del trabajo como voluntarios debe ser la violación de los derechos que sufren las personas, sean niños, jóvenes, adultos o ancianos, pues lo importante es concienciar a la gente para que se involucre de manera activa frente a la realidad que está frente a sus ojos.
Ellos se despidieron de Ecuador no sin antes agradecer a la comunidad salesiana de Riobamba que los acogió y mencionan que esta experiencia vale la pena hacerla y vivirla por las sonrisas ganadas y por el cariño recibido que solo se siente estando con la gente y no viéndola por tele o leyéndola a través de un reportaje como este, pues a veces las palabras se quedan cortas para recrear lo vivido.
“Esta experiencia nos ayudó a reforzar el convencimiento de que es posible ayudar como familia”.
