Los días 24 y 25 de agosto de 2019, diferentes momentos ayudaron a recordar el testimonio de Sor Troncatti, beatificada el 24 de noviembre de 2012, y al mismo tiempo a subrayar la eficacia de su mensaje, en este año en el que se celebra el Sínodo Panamazónico y en la inminencia de un mes de octubre misionero extraordinario, deseado por el Papa Francisco con ocasión del centenario de la promulgación de la Carta Apostólica “Maximum illud” del Papa Benedicto XV (30 de noviembre de 1919).
Un primer signo, ofrecido por la naturaleza, fue un arco iris que en la noche del sábado 24 de agosto envolvió el cielo de Corteno Golgi, como para confirmar la misión de Sor Troncatti como mujer de paz y de reconciliación. Hace ya 50 años, al final del funeral de la misionera, un arco iris apareció en el cielo de Sucúa (Ecuador), sellando el ofrecimiento de su vida por la reconciliación entre los Shuar y los colonos.
Esa misma noche, en Corteno Golgi, se celebró una solemne concelebración presidida por el Postulador General de las Causas de los Santos de la Familia Salesiana, P. Pierluigi Cameroni, SDB, con la participación de algunos sacerdotes de Corteno. En la homilía, inspirada por el Evangelio del día que hablaba de la necesidad de “esforzarse para entrar por la puerta estrecha”, el P. Cameroni recordó cómo la Beata María Troncatti no solo dedicó su vida con corazón materno a los pequeños, a los pobres, a los enfermos y a los misioneros; sino que sobre todo se entregó en un don de amor por el bien del pueblo al que el Señor la había enviado como misionera.
Después de la celebración de la Santa Misa, siguió la oración del “Vía Lucis” que, a través de seis etapas en lugares significativos del país, se propuso el luminoso testimonio de esta Hija de María Auxiliadora como mujer de fe, hija de su tierra, anunciadora del Evangelio a los pequeños y a los pobres, discípula del Cristo crucificado, hija devota de María Auxiliadora, ejemplo de caridad misionera.
El domingo 25 de agosto tuvieron lugar varias celebraciones. En particular, en la iglesia parroquial, en la pila bautismal donde María Troncatti fue bautizada, la comunidad cristiana renovó sus promesas bautismales, pidiendo, por intercesión de los bienaventurados, que la gracia del bautismo de cada uno de ellos fructifique en caminos de santidad, y confirmando el compromiso misionero de la Iglesia, al anunciar la salvación en Jesucristo, muerto y resucitado.