En este tiempo ha habido miles de historias de dolor, pero también de superación y de paz a pesar de las adversidades. Una de ellas es la de José, un monitor deportivo, un joven que solo trabajaba y estudiaba. Por este motivo, muchas veces los Salesianos lo presentaban a los muchachos como un modelo de vida en los centros juveniles. José se presentó en junio del año pasado a su último examen en la universidad y en septiembre recibiría su título de licenciado.
Sus padres eran mayores y estaban enfermos, pero le habían infundido un gran sentido de la responsabilidad y él siempre estaba para atender y ayudar a todo el que lo necesitase. Era el hijo mayor y el único varón de la familia.
El único tiempo que José se dedicaba a él mismo era el que pasaba con su novia. Llevaban cinco años de noviazgo y había fijado la fecha del matrimonio para el 24 de septiembre. Sería un matrimonio sencillo porque la guerra no permite más, pero eso no importaba porque ninguna guerra puede detener el amor.
José era un apoyo, un modelo, un hermano, un novio, un hijo ejemplar, era un verdadero amigo de todos. Pero, por desgracia, hay que decir “era”, porque el 5 de septiembre, un mes antes de recibir el título universitario y a tan solo 19 días antes de su matrimonio, un misil que cayó sobre un autobús público le robo la vida a José y también los sueños a todos los que dependían de él.
Para los Salesianos fue muy difícil encontrarse con sus hermanas y sus padres, porque no sabían cómo consolar a su novia. También fue muy duro reconfortar a los muchachos del oratorio y del centro juvenil. Alguno de ellos preguntaba: “¿Para qué sirve estudiar, para qué sirve esforzarse en aprender a trabajar, para qué sirve ser bueno y generoso, para qué sirve la fe? A quien nos ponían de ejemplo nos demostró que nada sirve”.
Fuente: www.misionessalesianas.org