Les saludo muy cordialmente amigos y amigas. Y yo les estoy escribiendo esta página pensando en el mes de enero, en la fiesta de Don Bosco que, si el buen Dios lo permite, la celebraré en la ciudad de Panamá, una ciudad que siente tan veneración por Don Bosco y en la que más de 700.000 personas van en procesión ese día. Sí, ese es el número, más de setecientasmil personas. Días antes habremos participado con los jóvenes y el Papa Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud.
Y como les digo, mientras escribo estas líneas pienso en el mes de enero, tradicional mes dedicado en la Familia Salesiana a don Bosco, pero lo hago en este momento en el que hemos iniciado la sesión del Consejo General, es decir, el momento donde junto al Rector Mayor los demás miembros de nuestro equipo regresan a Roma, muchos de ellos después de cuatro meses acompañando en los cinco continentes unas u otras de las 1936 presencias del mundo salesiano.
Hemos dedicado el primer momento de varias horas de compartir cómo nos encontrábamos cada uno, y qué habíamos vivido; y mi pensamiento volaba y volaba al escuchar testimonios tan variados y hermosos, o desafiantes a veces.
Por eso pensé en este título para el saludo del Boletín, porque Don Bosco hoy tiene un rostro multicolor.
→ Escuché al consejero que contaba cómo en Yakutia (Yakutsk se llama la ciudad), en plena Siberia Rusa, a 6.000 km al norte de Moscú la comunidad salesiana acompaña la vida de estas personas, con muy pocos cristianos-católicos (y de hecho eran 15 en la eucaristía de ese domingo), pero siguen compartiendo la vida, las alegrías y las dificultades de aquellas personas.
→ Se contaba también cómo toca el corazón el acompañar la vida de tantas familias pobres y con dificultad en los puestos fronterizos Mexicanos de Nuevo Laredo, Ciudad Juarez y Tijuana, entre otros, y cómo los salesianos están ahí para acompañar a las familias, para hacer camino educativo con los muchachos y muchachas que los lleve a verse cada día más libres de las redes de droga y de comercio sexual.
→ Escuché cómo contaba otro de mis hermanos salesiano su visita a Nigeria, y a Ghana y Sierra Leona. En este último lugar seguimos acompañando a los jóvenes que están en prisión, como hizo Don Bosco 170 años atrás en la cárcel La Generala de Turín, siendo un joven sacerdote, experiencia que le marcó tanto que, además de experimentar fuertes dolores en su estómago por todo lo que vio, le llevó a decirse que él tenía que hacer todo lo que fuese para evitar que aquellos jóvenes llegaran allí. Hoy, en esta parte del mundo la realidad no es mejor que la que conoció Don Bosco, pero aquellos jóvenes tienen a diario la visita del salesiano amigo.
→ Pregunté por la presencia que yo conocí en otro país Africano donde acogemos a niños y niñas, y adolescentes que han sido raptados pensando en la extracción de sus órganos vitales. Felizmente rescatados por la policía nos son entregados para que los atendamos y cuidemos, hasta que podamos encontrar a sus familias o bien se quedan con nosotros por años.
→ Y yo mismo compartí la bellísima experiencia de visitar varias casas salesianas en Korea en las que viven, sintiéndose realmente en familia, muchachos, en general adolescentes y jóvenes, que tienen una sentencia judicial a causa de algún delito ‘menor’. En vez de ingresar en cualquier otro centro que les prive de libertad, viven por meses o un año en la casa salesiana, con todo un programa de recuperación. Es una alegría escuchar de tres de las juezas con las que me encontré que más de 85 % de estos muchachos se recuperan definitivamente y no vuelven a delinquir. Es otro rostro de Don Bosco hoy, esta vez, con rasgos asiáticos-Koreanos.
Y escuchando todo esto pensaba que Don Bosco tenía que sentirse feliz de que sus hijos e hijas y su Familia Salesiana, también hoy intenta ser fiel a lo que Dios mismo le suscitó. Y me produce alegría escuchar todas estas noticias que son tan sólo la punta del Iceberg del tantísimo bien que se hace entre todos. Y pensaba cómo Don Bosco hoy tiene ese rostro multicolor que muy probablemente nunca imaginó para sí mismo.
Les comparto esto, amigos lectores, porque pienso que también debemos comunicar las cosas bellas que existen y que se llevan a cabo. Hace tiempo aprendí este ‘adagio o proverbio’ que dice que “hace más ruido el árbol que cae que el bosque que crece en silencio”. Qué cierto me parece. Pues bien, lo que les he compartido, y esto es solo una partecita…, forma parte de ese bosque que crece silenciosamente.
Les deseo una feliz fiesta de Don Bosco. Nos recordaremos desde Panamá, en medio de una hermosa multitud de jóvenes.