Los salesianos llegaron al Borgo, primer barrio obrero de Turín, y luego a las afueras de la ciudad, en 1918: se instalaron en la “Cascina Saccarello”, en la intersección del actual Corso Racconigi y la Vía Luserna di Rorà. Desde su inauguración, el patio salesiano se ha convertido inmediatamente en un punto de referencia para las familias que trabajan en las fábricas de la zona.
“Aquí en San Paolo todo gira en torno al patio, donde cada día somos testigos concretos de que la acogida y la inclusión son siempre posibles, más allá de la propaganda, que también viene del Estado, que ve a los extranjeros como una amenaza”, destaca el actual director de la obra, P. Alberto Lagostina.
En estos 100 años “la gente ha cambiado, pero nosotros seguimos acogiéndolos, con el mismo espíritu que Don Bosco, promoviendo el bien que hay en ellos, los recursos que tienen, sin mirar la pobreza y las diferencias, sino lo que nos puede unir”, añade.
Un signo concreto de esta acogida es la comunidad de Menores Extranjeros No Acompañados (MSNA) llamada “Casa que acoge”, que es una residencia para 12 jóvenes de entre 14 y 17 años que llegaron a Italia en los barcos de la esperanza.
“Los muchachos están perfectamente integrados – explica el Director –, son nuestros hijos y están siendo atendidos por toda la comunidad”. El oratorio tiene previsto desarrollar la acogida de los numerosos estudiantes universitarios que viven en el barrio, dada la presencia del “Campus San Pablo”. También existe una inversión impresionante en proyectos educativos, en la prevención de la deserción escolar y en la orientación y acogida laboral, que tiene como objetivo proteger en particular a los más frágiles según el famoso método preventivo de Don Bosco.
El patio del Oratorio San Pablo está abierto todas las tardes y promueve la asociación y el protagonismo juvenil, también gracias a los grupos de scouts y a las actividades deportivas.