Este año 27 religiosos participan en el curso de formación: 24 son salesianos, 5 de los cuales recibieron el Crucifijo Misionero durante la 149a Expedición Misionera Salesiana, y tres son Hijas de María Auxiliadora. Vienen de los cinco continentes y, de alguna manera, ya son misioneros: algunos ya tienen varios años de misión ad gentes a sus espaldas y otros se enfrentan a situaciones, de verdad "misioneras", incluso en sus Países de origen.
El curso está dirigido por el P. Martin Lasarte, miembro del Departamento de Misiones de la Sede Central Salesiana, e incluye módulos detallados sobre diversos temas: desde la profundización de la dinámica psicológica hasta el acompañamiento espiritual, desde la santidad misionera salesiana hasta la interculturalidad, desde la misión en relación con el cuidado de la creación hasta la misión vivida en los contextos predominantemente islámicos...
"Hasta ahora, la intervención más apreciada fue la de don Amedeo Cencini sobre la fe, basada no solo en verdades dogmáticas, sino que se manifiesta a través de la experiencia de la vida con Dios, en el sufrimiento y las alegrías de la vida cotidiana", expresó uno de los participantes, el padre Jaroslav Vracovsky, un salesiano de la República Checa, ya inmerso en la pastoral de su País y misionero en Mongolia durante tres años.
"Aunque he estado involucrado en la formación de voluntarios laicos misioneros durante 10 años, este curso aquí en Roma me abre los ojos a muchas realidades internas, de espiritualidad y de motivaciones profundas", agrega el P. Vracovsky.
Además, el ambiente de oración y de compartir entre los participantes es muy apreciado: "Compartir con otros salesianos es muy enriquecedor, y los cinco días de retiro en silencio al comienzo de nuestro curso también han sido fundamentales".
Otro de los participantes que ha contado su experiencia es el padre Andrew Tin, un salesiano de Vietnam de la Delegación de Mongolia: “¡Solo quiero agradecer a Dios por darme la oportunidad de estar aquí para conocer mejor a Don Bosco y nuestros salesianos de todo el mundo! ¡Es una sensación tan hermosa y una experiencia que nunca podría expresar plenamente! Y viendo la actitud y sobre todo cuánto hacen todavía algunos hermanos mayores, con los que ni siquiera puedo hablar por las dificultades de los idiomas, entiendo que lo mejor es vivir una vida de fidelidad a Dios, en lugar de una vida exitosa”.
