Tenía la intención de ser sacerdote misionero de la Consolata y mi deseo fue rechazado. Aquel entonces conocí al salesiano P. Angelo Miglio. Este sacerdote conoció mi historia, me preguntó si quería ser salesiano. Mis padres estaban en contra, pero él solo me dijo: “Prepárate y te vas”. Y de esta manera comenzó mi aventura.
Me convertí en salesiano, sacerdote y misionero y sin experiencia también me hice constructor. En Filipinas, el P. José Luis Carreño me dijo: Pida la gracia, antes de morir, poder construir una iglesia dedicada a María Auxiliadora. Tu vocación salesiana se lo debes a Ella.
Empecé a hacer algo por María. Tan pronto como pude, reuní algo de dinero, pedí una hermosa estatua de mármol de María Inmaculada, que lo envié a Canlubang (Filipinas Norte), donde conocí al P. Carreño, quien me había enseñado a amar a la Virgen de Don Bosco.
Me hicieron ecónomo inspectorial. Comencé a construir el Santuario de María Auxiliadora en Parañaque. Se comenzó la construcción sin presupuesto y sin dinero, simplemente confiando en lo que el P. Quaranta repetía siempre. Había ido donde el Nuncio en Filipinas para pedir dinero. El Nuncio le había dicho: ¿Por qué me pides dinero? Tienes una banquera: crea el banco y siempre tendrás lo que necesites, y seguramente mucho más.
Nuestra llegada a Papúa Nueva Guinea siempre ha estado bajo la dirección de María. Llegamos a Araimiri el 14 de junio de 1980, el día del Inmaculado Corazón de María. La invocamos en todas nuestras necesidades. Cuando necesitamos agua, alimentos y también protección contra los llamados terratenientes y los ladrones. Una vez perdimos 100 placas de aluminio en el mar que servían para el techo. Cuando nos resignamos, de repente un pedazo de madera salió a la superficie a la que estaban atados y logramos recuperar 97. Era el 24 de mayo, la fiesta de María Auxiliadora.
También en Port Moresby, la capital de Papúa Nueva Guinea, queríamos tener la presencia de María Auxiliadora como una presencia visible. Así que necesitábamos una casa bonita donde la gente pudiera creer en su mensaje: “Esta es mi casa. De aquí saldrá mi gloria” (Hic Domus Mea, Inde Gloria Mea). Como de costumbre y como es casi normal para los salesianos, sin presupuesto y sin dinero, se inició el Santuario. La iglesia fue construida y declarada Santuario Arquidiocesano en honor a María Auxiliadora.
Hoy soy un hombre viejo y lucho todos los días contra los daños que deja la enfermedad Hansen. Mi gran esperanza es que cuando llegue el fin, alguien estará allí para bendecir la entrada donde estará la Virgen María. Todo se inició con María. Y quiero que mi vida termine y vuelva a empezar con Ella, nuestra Madre.