Santo Padre,
nos unimos a la voz de personas, grupos e instituciones que en estos días se agrupan en torno a usted para expresarle solidaridad y apoyo.
Gracias, Santidad, por el testimonio de serenidad en la fidelidad a Cristo y a su Evangelio; por la transparencia de sus palabras – eco de una vida coherente y rica de amor – que dirige no sólo a los católicos, sino a todo el mundo. Estamos agradecidas por su cotidiano gastarse como Pastor de la Iglesia universal al servicio del pueblo de Dios. Un pueblo que se siente en comunión con usted, en profunda sintonía con sus palabras, sus gestos, su cercanía a los pobres.
Usted anuncia y testimonia con pasión y mirada profética un Evangelio sin rebajas, lo hace creíble y fiable con sus opciones de cada día. Nos confirma en el camino para ser siempre más “Iglesia en salida”, a partir de una convencida conversión pastoral y misionera. Nos indica nuevos pasos para dar cuerpo y vida al mensaje central del Evangelio que en Jesús revela plenamente el rostro de misericordia del Padre. Gracias, Santidad, por las fatigas que afronta recorriendo el camino de la escucha y del diálogo, del encuentro que no excluye ni descarta a nadie, sino que abre puertas y ventanas en las que se manifiesta la libertad del Espíritu. Compartimos su actitud: “La verdad es bondadosa, la verdad es silenciosa”; no busca el escándalo, ni la división. Hacemos nuestra su opción de “silencio y plegaria” y expresamos una renovada fidelidad a los tres amores de don Bosco: Eucaristía, María Auxiliadora y el Papa.
Su magisterio, Santo Padre, nos encuentra en plena sintonía e inspira el camino del Instituto en este tiempo de desafíos de época y de grandes oportunidades, rico de gracia y abierto a la esperanza: una esperanza que vemos reflejada en sus palabras y en sus gestos y, sobre todo, en su luminoso rostro de alegría.
Santidad, estamos todos con usted – Hijas de María Auxiliadora, comunidades educativas, jóvenes - como Instituto que vive y actúa en la Familia salesiana y en la más amplia comunidad eclesial y le pedimos que nos bendiga. Usted mismo, Santidad, es una bendición para nuestra Familia religiosa y para el mundo de hoy.
¡Gracias!
Suor Yvonne Reungoat, FMA
Superiora General del Istituto FMA