Ellas recibieron la formación para el voluntariado internacional que lleva adelante la ONG salesiana "Jóvenes y Desarrollo" en su país natal y fueron designadas a realizar esta labor en el Ecuador junto a chicos en situación de riesgo y trabajo infantil.
Al conversar con Pilar y Rosa, las dos concuerdan que valió la pena la decisión tomada. “Aprecias su sencillez y la capacidad que tienen ellos para ser felices con muy poco, con lo necesario. Juegan con lo que tienen, y no se quejan ni aunque tengan 40º de fiebre; al final dices: que bien me la he pasado junto a los 22 chicos", menciona Pilar.
Para Rosa, este tiempo le enseñó a valorar cada momento de la vida, disfrutar al máximo con la gente que tienes a tu alrededor y no perder el tiempo en cosas banales que forman parte de la rutina diaria. Sonríe y se emociona al recordar todo el cariño que recibió y que nunca se sintió una extraña.
Uno de los retos que asumieron fue adaptarse a la realidad de ellos. Se despertaban muy temprano, ayudaban en el aseo, colaboraban en el lavado de la ropa y disfrutaban de sus juegos, de la formación humana, como lo quería Don Bosco.
Al preguntarles, ¿cuál fue su aporte a la vida de los niños y jóvenes? No dudan en responder que entregaron amor, cariño y compañía, capacidad de escucha en situaciones de tristeza, pues viven alejados de sus familias por diferentes circunstancias.
Ellas hacen una invitación a los jóvenes que tengan interés por un voluntariado para “que se lancen porque la experiencia no les va a decepcionar. Siempre te vas a llevar algo bueno, conocer realidades diferentes te abre la mente y hace que mires la vida de otra manera".
Pilar y Rosa regresaron a España con la meta de motivar, a partir de su testimonio, para que más personas se involucren en el voluntariado.