Por P. Pierluigi Cameroni, SDB
Postulador general de las causas de los Santos de la Familia Salesiana
Alberto Marvelli, fue alumno del Oratorio Salesiano de Rimini, y siguiendo el ejemplo de Domingo Savio, madura su propia fe con una decisión: “Mi programa se resume en una palabra: santo”. En solo 28 años logró una vida “plena”: gastar todo en el amor a Dios y al prójimo.
Cuando el 5 de octubre de 1946 su vida fue trágicamente truncada, muchos creían haberlo perdido para siempre y que su compromiso, su apoyo y su ejemplo se habría perdido. No fue así: los santos tienen una vida "póstuma".
Hoy, Alberto está vivo y activo más que nunca: el bien que ha trabajado en la tierra se ha expandido en el tiempo y el espacio. Su santidad ejemplar se ha convertido en un modelo para los laicos involucrados en el mundo, en la búsqueda de la identidad cristiana y de la coherencia con la fe. Abrió un nuevo camino, que todos pueden recorrer. La difusión de su testimonio en el mundo, los muchos jóvenes que lo tomaron como modelo, son la señal segura de que entre nosotros vive y trabaja.
Para celebrar su centenario, en este año especial en el que la Iglesia dedica a los jóvenes con el Sínodo, no significa celebrar, sino también a reconocerlo, como lo señaló San Juan Pablo II en el día de su beatificación el 5 de septiembre de 2004: “A ustedes laicos les toca dar testimonio de la fe mediante las virtudes que les son específicas: la fidelidad y ternura en la familia, la competencia en el trabajo, la tenacidad en servir al bien común, la solidaridad en las relaciones sociales, la creatividad en el emprender obras útiles a la evangelización y a la promoción humana. A ustedes les toca mostrar – en estrecha comunión con los Pastores – que el Evangelio es actual y que la fe no sustrae al creyente de la historia, sino que lo sumerge profundamente en ella”.