“Esta es una experiencia del Monte Tabor - comenzó el Cardenal - Los católicos sencillos vivimos una experiencia emocionante. Hoy somos transportados a una montaña de Bienaventuranzas. La vida nunca volverá a ser la misma para los católicos en Myanmar. Hace solo un año, la idea de que este pequeño rebaño habría compartido el Pan con nuestro Santo Padre Francisco era un puro sueño. Somos un pequeño rebaño. Nosotros somos como Zaqueo. En medio de las Naciones, no pudimos ver a nuestro pastor”
“Como a Zaqueo, nos llamaron: ‘Baja, quiero quedarme en tu casa'. Aquí está nuestro Santo Padre. El Santo Padre Francisco: un buen pastor que va buscando a los pequeños y a los marginados. Usted, Santo Padre, compartió la Palabra y la Eucaristía con nosotros. Digamos las conmovedoras palabras de nuestra madre, la Virgen María: ‘Levantó a los humildes. Mi alma glorifica al Señor'”
“Al igual que los discípulos en el Monte Tabor, volvemos a casa. Regresamos a casa con una energía espiritual extraordinaria, orgullosos de ser católicos, llamados a vivir el Evangelio. Este día estará impreso en cada corazón presente aquí – continuó - ¡Querido Santo Padre! De parte de todos los católicos aquí, que está con un corazón lleno de gratitud, le decimos gracias por su generosidad. Hoy es un milagro. Todos regresamos a casa como un milagro de Dios. Gracias, Santo Padre. Este pequeño rebaño continuará orando por usted”.
Entre las otras actividades llevadas a cabo por el Santo Padre en Myanmar, fue el encuentro con el Consejo Supremo “Sangha”, de los monjes budistas. El Pontífice reafirmó el compromiso común “por la paz, el respeto por dignidad humana y la justicia de cada hombre y de cada mujer”.
Por otra parte, tuvo el encuentro con los Obispos de Myanmar a quienes les recordó que “la oración es la primera tarea del Obispo”. En la mañana de hoy 30 de noviembre, se concentró con los jóvenes, les exhortó ser: “valientes, generosos y, sobre todo, alegres”.