¿Qué recuerdos tienes de tu antiguo oratorio?
Estoy en España y la temperatura en Madrid llega a 40 grados, pudiera decir que los días de misiones en La Guajira (al noroccidente de Venezuela) me prepararon el calor asfixiante. Me he preguntado muchas veces: ¿Cuántas meriendas servimos en el oratorio? ¿Cuánto hicimos sin saber en las misiones? Definitivamente, el oratorio nos preparó para emigrar.
¿Cómo estás viviendo esta nueva vida?
Abrirnos a conocer otras culturas, a valorar lo poco y la austeridad como si estuviéramos de misiones, no es fácil pero, sí familiar; solo que no entregamos la programación de Semana Santa sino nuestro Curriculum, para buscar un trabajo. ¡Gracias, Señor, por lo aprendido en el Oratorio! Estamos experimentando al Don Bosco emigrante que parte de I Becchi a labrar sus sueños y aprender a ser “albañil, carpintero, zapatero, herrero”.
¿Sientes que algo nos une como salesianos?
A cada ciudad que llegamos y contactamos a uno del MJS, tenemos la certeza de que allí hay un amigo. Hemos constatado en carne propia que quien es Iglesia en ningún lugar del mundo se encuentra solo. Hemos buscado la iglesia más cercana y hemos sido acogidos, en medio de la diversidad, simplemente porque «esta gente si es chévere». Nuestra Familia Salesiana que nos abre puertas, nos hace pasar y nos hace sentir en familia.
¿Y qué te llevas cuando partes a otros lugares?
La sonrisa es nuestra trinchera y la alegría nuestra metodología, ambas irrenunciables, ambas son nuestra capa y escudo, aunque de tanto en tanto las refresquemos con algunas lágrimas, que se vacían y sacan frente al Sagrario, que se ha convertido en nuestro portal mágico a cualquier lugar, a nuestra amada Venezuela. Al conversar con los oratorianos emigrantes concluimos siempre en lo mismo: ¡Es María Auxiliadora que nos acompaña!
Y es que nuestra vida se ha transformado en un huracán de milagros cotidianos: así de desestabilizador, incierto y deslumbrante. María nos cubre con su manto y nos defiende. No existe un segundo que no deje de sentir su auxilio, la dulzura de su mano. Nunca la sentí tan valiente, tan aguerrida, tan mamá protectora.
No nos sentimos preparados para esto pero, estamos aprendiendo mientras lo hacemos, tenemos la certeza que con sacrificio ganaremos al final todo, esa es la ley del oratorio.