En la primera parte de la carta se presenta la vida del Venerable, que pasó sus primeros años como oratoriano, estudiante y luego como salesiano comprometido en las obras de Perú. Fue el primer salesiano formado en la primera casa salesiana de Perú, fundada en Rímac, en un barrio pobre de Lima, donde aprendió a vivir una vida austera y llena de sacrificios. De los primeros salesianos que llegaron al Perú el año de 1891 conoció y vivió el espíritu de Don Bosco y el Sistema Preventivo.
En la segunda parte de su vida, desde los inicios de los años 20, vivió como obispo de Chachapoyas durante 36 años. Se distinguió por la forma como planificó su vida y cómo llevó las tareas pastorales encomendadas. Trabajó por los seminaristas y por los sacerdotes, por la formación catequética y humana de los jóvenes, por la pastoral familiar, y estuvo siempre atento a la formación de las nuevas familias y el acompañamiento en situaciones de crisis o irregularidades familiares.
"Toda su vida estuvo dominada por la prioridad de la salvación de las almas: una salvación a la que quería que se dedicaran de hecho también sus sacerdotes; probó a cambiar en ellos la tentación de encerrarse en fáciles seguridades o de atrincherarse tras cargos de mayor prestigio, por el compromiso del servicio pastoral. En verdad se puede decir que llegó a situarse en aquella medida “alta” de vida cristiana, que hizo de él un pastor que encarnó de manera original la caridad pastoral, buscando la comunión del pueblo de Dios, yendo hacia los más necesitados y dando testimonio de una vida evangélica de pobreza".
Este testimonio de vida salesiana, lo vivió en el ministerio episcopal y merece ser conocido y apreciado de manera especial por la Iglesia y la Familia Salesiana del Perú y por el gran número de obispos salesianos que puede ver en el Venerable Octavio Ortiz un modelo y un ejemplo de generosa entrega pastoral según el carisma apostólico de Don Bosco.