“Querido hermano, un cordial saludo desde la Casa Generalicia, casa del Sucesor de Don Bosco.
Quiero darte, también en nombre del Rector Mayor, un sincero gracias por tu cercanía y por tu afecto, pero sobre todo, por tu fraterna oración por Don Ángel Fernández, por toda la Congregación y en particular, por las misiones y por todos los misioneros del mundo.
Cuando el CG27 me eligió Consejero para las Misiones, me he encomendado con frecuencia a las oraciones de tantos hermanos ancianos, enfermos o que están impedidos de un trabajo educativo y misionero directo. Sabes que nuestras Constituciones piden al Consejero para las Misiones ‘promover en toda la Sociedad el espíritu y el compromiso misionero’ (C138). ¡Esto exige también tanta oración! […]
El séptimo sucesor de Don Bosco nos enseñaba, en su bellísima carta ‘Martirio y pasión’ (Don Egidio Viganó, en ACS308): Los hermanos enfermos son, para Don Bosco, una especie de mediación pascual, para obtener más bendiciones del
Señor sobre el compromiso misionero de la comunidad.
Los sufrimientos aceptados en el espíritu del ‘da mihi animas’, no marginan a los hermanos del común frente pastoral; más bien los colocan en una trinchera más cercana y los revisten de una función propia. […].
Y con estos pensamientos fuertes, quería finalmente y con todo el corazón decirte dos cosas: ¡un gracias, y también que contamos mucho contigo!
Un gracias muy grande por tu fidelidad y por tu testimonio, por tu paciencia y por tu generoso contributo diario a la Congregación y a su misión, por todas las almas a las que has ayudado y sigues ayudando a salvar. Y al mismo tiempo, decirte que seguimos contando contigo, con tus oraciones y con tu paciente oferta diaria, especialmente la de Jesús Eucaristía. A esta tu oración y ofrenda te encomiendo este año especialmente dos intenciones:
- primera, por todos los novicios de la Congregación , […] para que no tengan miedo de entregarse al Señor de una vez para siempre y de ponerse a disposición del Rector Mayor para ir a las misiones;
- y después por nuestras presencias misioneras en América, especialmente las de los pueblos indígenas que son las más pobres y abandonadas. […]
El consuelo materno de María sea tu inspiración y tu apoyo cada día de tu vida salesiana. ¡Gracias!”