RMG – 16 de mayo de 1887: el llanto de Don Bosco, el Sagrado Corazón y la fe inquebrantable en la Divina Providencia
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16 Mayo 2024

(ANS – Roma) – El 16 de mayo de 1887, Don Bosco celebró su primera y única Misa en el altar de María Auxiliadora en la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en Castro Pretorio, en Roma, la iglesia cuya construcción le costó tantas fatigas y sufrimientos en los últimos años de su vida. En esa Misa, interrumpida por lágrimas en quince ocasiones, Don Bosco, ya próximo al final de su vida mortal, tuvo la gracia de comprender todo el recorrido realizado en los innumerables apostolados y las infinitas iniciativas para los jóvenes durante toda su vida, y el Sueño de los nueve años de repente se le hizo claro, dando así cumplimiento también a la afirmación profética de ese sueño: “A su tiempo todo lo comprenderás”.

En este año en que toda la Familia Salesiana celebra el Bicentenario de ese sueño “programático” para Don Bosco, la conmemoración de la Misa “en el altar del llanto” – como se ha vuelto famosa en la literatura salesiana – es una ocasión para volver a la misma fuente que sostuvo a Don Bosco en toda su vida, como fundador de la Congregación y de la Familia Salesiana, como formador y educador, guía espiritual, sacerdote y antes que nada como cristiano: su fe inconmensurable en la Divina Providencia.

Esa confianza en Alguien capaz de ir más allá de sus fuerzas y de suplir lo que él habría podido hacer era visible en cada uno de sus gestos y proyectos; pero tal vez su manifestación más clara y evidente fue precisamente la de haber aceptado la propuesta de León XIII de encargarse personalmente de la construcción de la iglesia del Sagrado Corazón, que ya esperaba desde hacía varios años ser realizada y que por diversas cuestiones (económicas, debido a la naturaleza del terreno, a los acuerdos para los trabajos preexistentes, a la sospecha de las autoridades civiles anticlericales...) era humanamente desaconsejable.

Esto es lo que reportan las Memorias Biográficas de Don Bosco sobre este punto (MB XIV, 580-581):

Según nuestras Constituciones, Don Bosco no podía comprometerse a fondo en un asunto de tal magnitud sin antes consultar a su propio Capítulo. Por lo tanto, llegado a Turín y reunidos sus consejeros, les expuso la propuesta del Santo Padre. La discusión fue larga. Todos coincidían en que la propuesta pontificia era honorable, pero muy onerosa; teniendo en ese momento deudas por más de trescientos mil liras, no parecía prudente ni conscientemente aconsejable embarcarse en una empresa que consumiría millones. De la discusión se pasó a los votos, que resultaron seis en contra y uno solo a favor, el de Don Bosco, por supuesto.

Al ver la propuesta del Santo Padre rechazada de esa manera, Don Bosco sonrió y dijo: “Todos me han dado un no rotundo, y está bien, porque han actuado según la prudencia necesaria en casos serios y de suma importancia como este. Pero si en lugar de un no me dan un sí, les puedo asegurar que el Corazón de Jesús enviará los medios para construir su iglesia, pagará nuestras deudas y aún nos dará una buena propina”.

Sus palabras, inspiradas por una fe tan viva en la divina Providencia, cambiaron de inmediato las opiniones, de modo que, repetida la votación, los seis no se convirtieron todos en sí. De hecho, al examinar el diseño, se encontró que era demasiado estrecho, y en ese mismo momento se decidió proponer al Santo Padre otro más amplio que resultara digno del Sagrado Corazón y de Roma. Y así se hizo.

La propina no era otra cosa que el hospicio, que no entraba en las intenciones del Papa, pero sería un extra, dado casi como premio por el Sagrado Corazón. Las deudas de la Congregación, como el Siervo de Dios [Don Bosco, en la época, NdR] había prometido y como atestiguó el cardenal Cagliero en los procesos, se pagaron sin que surgieran inconvenientes”.

Con la construcción del templo del Sagrado Corazón en Castro Pretorio, Don Bosco se convirtió, después del apóstol de María Auxiliadora, también en apóstol del Sagrado Corazón de Jesús. Y “la propina” que profetizó Don Bosco sigue presente y viva, se ha multiplicado y continúa avanzando e injertando el carisma salesiano en la Ciudad Eterna y en el corazón de la Iglesia.

InfoANS

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