“En la noche del 10 al 11, mientras dormía, creí hallarme paseando en una gran sala, magníficamente adornada, con los Directores de nuestras casas, cuando apareció entre nosotros un hombre de tan majestuoso aspecto que no podíamos fijar en él la mirada.
Habiéndonos observado en silencio, se puso a caminar a poca distancia nuestra.
El personaje estaba vestido de la siguiente manera: Un rico manto le cubría el cuerpo a manera de capa.
En la parte más cercana al cuello llevaba una banda anudada por delante, con una cinta que le caía sobre el pecho.
En la banda se leía escrito con brillantes caracteres: Salesianorum Societas, anno 1881, y en la cinta: Qualis esse debet.
Lo que apenas nos permitía mirar al Augusto personaje, eran diez diamantes de tamaño y esplendor extraordinarios.
Tres de estos diamantes los tenía sobre el pecho.
En uno estaba escrito, Fe; en otro, Esperanza, y en el tercero, colocado sobre el corazón, Caridad.
Sobre los hombros llevaba otros dos diamantes. En el del hombro derecho se leía, Trabajo, y en el del izquierdo, Templanza. Los cinco diamantes restantes adornaban la parte posterior del manto dispuestos en el siguiente orden: Uno, el más grande y refulgente, estaba en medio, como centro de un cuadrilátero y tenía escrito, Obediencia. Sobre el primero, colocado a la derecha, se leía: Voto de pobreza. Sobre el segundo, puesto en el mismo lado, pero más abajo, Premio. En el tercero, colocado a la izquierda, Voto de castidad. El resplandor que irradiaba este diamante era tal que fascinaba y atraía la vista como el imán al hierro. El cuarto, colocado también a la izquierda, pero más abajo, llevaba grabada la palabra, Ayuno. Estos cuatro diamantes dirigían sus rayos luminosos hacia el diamante del centro. Todos estos diamantes despedían rayos que se elevaban a manera de pequeñas llamas en las que se leían diversas sentencias. En los rayos del diamante de la Fe, estaba escrito: Sumite scutum fidei ut, adversus insidias diaboli, certare possitis. (Armaos con el escudo de la fe, para que podáis combatir contra las asechanzas del diablo). En otro rayo se decía: Fides sine operibus mortua est. (La fe sin obras está muerta). Non auditores, sed factores legis regnum Dei possidebunt. (No los que oyen la ley de Dios poseerán su reino, sino los que la cumplen). En los rayos de la Esperanza: Sperate in Domino, non in hominibus. (Confiad en Dios, no en los hombres). Semper vestra fixa sint corda ubi vera sunt gaudia. (Estén vuestros corazones siempre fijos donde existen los verdaderos goces). En los rayos de la Caridad: Alter alterius onera portate, si vultis adimplere legem meam. (Si queréis cumplir la ley divina, ayudaos los unos a los otros). Diligite et diligemini. Sed diligite animas vestras et vestrorum. (Amad y seréis amados. Pero amad vuestras almas y las de los vuestros). Devote divinum officium persolvatur; missa attente celebretur; Sanctum Sanctorum peramanter visitetur. (Récese devotamente el Oficio divino. Celébrese atentamente la misa. Visítese amantísimamente a Jesús Sacramentado). En el diamante del Trabajo: Remedium concupiscentiae. (Remedio de la concupiscencia). Arma potens contra omnes insidias diaboli. (Arma poderosa contra todas las insidias del diablo). En el diamante de la Templanza: Si lignum tollis, ignis extinguitur. (Si quitas la leña se acaba el fuego). Pactum constitue cum oculis tuis, cum gula, cum somno, ne hujusmodi inimici
1 Todos los nombres de estos diamantes, escritos en cursiva, aparecen sólo en latín en el original. (N. de. T.).
2 Debe haber sido un error, el escribir poderosa, en lugar de potentísima, lo mismo que dice más adelante después del Ayuno. depraedentur animas vestras. (Haz pacto con tus ojos, con la gula y con el sueño, para que estos enemigos no perjudiquen a vuestras almas). Intemperantia et castitas non possunt simul cohabitare. (La intemperancia y la castidad no pueden vivir juntas).
En el diamante de la Obediencia:
Totius aedificii fundamentum, et sanctitatis compendium. (Fundamento del edificio espiritual y compendio de santidad).
En los rayos de la Pobreza:
Ipsorum est regnum coelorum. (De los pobres es el reino de los cielos).
Divitiae spinae sunt. (Las riquezas son espinas).
Paupertas non verbis, sed corde et opere conficitur. Ipsa coeli ianuam aperiet et introibit. (La pobreza no consiste en palabras sino en afectos y obras. Ella nos abrirá el reino de los cielos y entraremos en él).
En los rayos de la Castidad:
Omnes virtutes veniunt pariter cum illa. (Todas las virtudes vienen juntamente con ella).
Qui mundo sunt corde Dei arcana vident, et Deum ipsum videbunt. (Los limpios de corazón comprenden los arcanos divinos y verán al mismo Dios).
En los rayos del Premio:
Si dilectat magnitudo praemiorum, non deterreat multitudo laborum. (Si te deleita la grandeza del premio, que no te espante la multitud del trabajo).
Qui mecum patitur, mecum gaudebit. (El que conmigo padece, conmigo gozará).
Momentaneum est quod patimur in terra, aeternum est quod delectabit in coelo amicos meos. (Momentáneo es lo que padecemos en la tierra y eterno lo que deleitará a mis amigos en el cielo).
En los rayos del Ayuno:
Arma potentissima adversus insidias inimici (Arma potentísima contra las asechanzas del enemigo).
Omnium virtutum custos. (Custodio de todas las virtudes).
Omne genus daemoniorum per ipsum ejicietur. (Con el ayuno se vence todo género de demonios).
La orla del manto era una ancha franja rosada, en la que se leían estas palabras:
Argumentum praedicationis mane, meridie et vespere. (Argumento de predicación por la mañana, al mediodía, por la tarde).
Colligite fragmenta virtutum et magnum aedificium constituetis. (Recoged los fragmentos de las virtudes y os haréis un gran edificio de santidad).
Vae vobis qui modica spernitis. Paulatim vos decidetis. (íAy de vosotros si despreciáis las cosas pequeñas, poco a poco caeréis!)
Hasta entonces los Directores habían estado, quién de pie, quién de rodillas, pero todos atónitos y silenciosos. Entonces don Miguel Rúa, como fuera de sí, dijo:
-Es necesario tomar apuntes para no olvidarse. Buscó una pluma pero en vano; sacó la cartera y no halló el lápiz. -Yo me acordaré de todo, dijo don Celestino Durando. -Me gustaría tomar nota de todo, añadió don José Fagnano, y se puso a escribir con el tallo de una rosa. Todos miraban y comprendían lo que iba escribiendo. Cuando don José Fagnano hubo terminado de escribir, don Santiago Costamagna continuó dictando:
-La caridad lo comprende todo, lo sobrelleva todo, lo vence todo: prediquémosla con la palabra y con los hechos.
Mientras escribía don José Fagnano, desapareció la luz y densas tinieblas invadieron el salón. -íSilencio!, exclamó don Carlos Ghivarello. Arrodillémonos, oremos y vendrá la luz. Don Luis Lasagna comenzó el Veni Creator Spiritus, después el De profundis, la jaculatoria Maria Auxilium Christianorum, siguiéndole todos. Al responder los circunstantes: Ora pro nobis, apareció una luz rodeando un cartel en el que se leía: Salesianorum Societas qualis essepericlitatur anno salutis 1900. (Cómo corre peligro de ser la Sociedad Salesiana, en el año 1900.) La luz se hizo un poco más viva de modo que todos nos podíamos ver y conocer. En medio de aquel resplandor reapareció el Personaje, pero con aspecto melancólico y como quien está a punto de comenzar a llorar. El hermoso manto que antes le cubría estaba ahora descolorido, apolillado y roto. En el sitio de los diamantes sólo había, debido a la polilla y a otros insectos, un gran rasgón. -Respicite et intelligite. Mirad y entended, nos dijo. Y vi que los diez diamantes se habían convertido en otras tantas polillas que roían furiosamente el manto. El diamante de la Fe había sido sustituido por esta frase: Somnus 1 et accidia. (Sueño y pereza.) El de la Esperanza por Risus et scurrilitas. (Risas y chacota). El de la Caridad por Negligentia in divinis perficiendis. Amant et quaerunt quae sua sunt, non quae Jesu Christi. (Negligencia en los divinos oficios. Aman y buscan sus cosas y no las de Jesucristo). El de la Templanza por Gula et quorum Deus venter est. (Gula y aquellos cuyo Dios es el vientre). El del Trabajo por Somnus, furtum et otiositas. (Sueño, hurto y ociosidad). En el lugar de la Obediencia había un ancho y profundo desgarrón, sin nada escrito. El diamante de la Castidad había sido sustituido por la frase: Concupiscentia oculorum et superbia vitae. (Concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida). El de la Pobreza por Lectus, habitus, potus et pecunia. (Lecho, hábito, vino y dinero).
El del Premio por Pars nostra erunt quae sunt super terram. (Nuestra recompensa serán las cosas de la tierra).
En el sitio del Ayuno no había nada escrito, sólo un rasgón.
Ante espectáculo tan desolador quedamos todos aterrados.
Don Luis Lasagna cayó desvanecido al suelo. Don Juan Cagliero palideció como la cera y apoyándose en una silla, exclamó:
- Es posible que las cosas hayan llegado ya a este punto?
Don José Lazzero y don Pedro Guidazio estaban como fuera de sí y se dieron la mano para no caer. Don Juan Francesia, el conde Cays, don Julio Barberis y don José Leveratto estaban arrodillados rezando el Rosario.
De pronto se oyó una voz potente que decía:
-íHa desaparecido tanta belleza! Quomodo mutatus est color optimus.
En medio de la oscuridad, sucedió un fenómeno singular.
Repentinamente nos volvimos a encontrar rodeados de densas tinieblas en medio de las cuales apareció una luz vivísima en forma de cuerpo humano.
No podíamos fijar la mirada, pero podíamos apreciar que se trataba de un jovencito vestido de blanca túnica bordada en plata y oro. Alrededor de la túnica llevaba una orla de luminosísimos diamantes.
El jovencito de blanca túnica se adelantó un poco hacia nosotros y con majestuoso aspecto, dulce y amable al mismo tiempo, nos dirigió estas textuales palabras:
Servi et instrumenta Dei Omnipotentis, attendite et intelligite. (Siervos e instrumentos del Dios Omnipotente, atended y recordadlo bien). Confortamini et estote robusti. (Animaos y permaneced firmes).
Quod vidistis et audistis, est coelestis admonitio quae nunc vobis et fratribus vestris facta est: animadvertite et intelligite sermonem. (Lo que acabáis de ver y de oír es un aviso celestial hecho a vosotros y a vuestros hermanos. Estad atentos y comprended mis palabras).
Jacula praevisa minus feriunt, et praeveniri possunt. Quot sunt verba signata, tot sint argumenta praedicationis. (Los dardos que se ven venir hieren menos y se pueden prevenir. Cuantas son las palabras señaladas, otros tantos sean los argumentos de predicación).
Indesinenter praedicate, opportune et importune: sed quae praedicatis constanter facite, adeo ut opera vestra sint velut lux, quae sicuti tuta traditio ad fratres et filios pertranseat de generatione in generationem. (Predicad sin cesar; oportuna e importunamente. Pero lo que prediquéis predicadlo constantemente de tal manera que vuestras obras sean como la luz, que, cual segura tradición pase de generación en generación a vuestros hermanos e hijos).
Attendite et intelligite. Estote oculati in tironibus acceptandis: fortes in colendis: prudentes in admitendis. Omnes probate: sed tantum quod bonum est tenete. Leves et mobiles dimittite. (Oíd y recordadlo bien. Sed cautos en la aceptación de los novicios; fuertes en probarlos; prudentes en admitirlos a la profesión. Probad a todos: pero, quedaos sólo con los buenos. Despedid a los ligeros y volubles).
Attendite et intelligite. Meditatio matutina et vespertina sit indesinenter de observantia Constitutionum. Si id feceritis numquam vobis deficiet Omnipotentis Auxilium. Spectaculum facti eritis mundo et Angelis et tunc gloria vestra erit gloria Dei. (Oíd y recordadlo bien. Vuestra meditación de la mañana y de la noche, sea sobre la exacta observancia de las Constituciones. Si lo hacéis así no os faltará nunca el auxilio del Omnipotente. Seréis la admiración del mundo y de los ángeles y entonces vuestra gloria será la gloria de Dios).
Qui videbunt saeculum hoc exiens et alterum incipiens, ipsi dicent de vobis: A Domino factum est istud; et est mirabile in oculis nostris. Tunc omnes fratres vestri et filii vestri una voce cantabunt: Non nobis; Domine, non nobis; sed nomini tuo da gloriam. (Los que vivan al fin de este siglo y al comienzo del otro dirán de vosotros:
El Señor ha hecho todo esto y es admirable a nuestros ojos. Entonces todos vuestros hermanos e hijos cantarán al unísono: No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria).
Estas últimas palabras las cantó el jovencito de la blanca túnica y a su voz se unió una multitud de voces tan armoniosas y sonoras que todos quedamos extasiados y para no caer desvanecidos nos unimos a los demás en el canto.
Cuando éste se hubo terminado, se oscureció la luz. Entonces me desperté y observé que comenzaba a amanecer.