Muchas de nuestras casas salesianas se encuentran en medio de esta geografía del dolor, como la llama el Rector Mayor; lugares donde se ha ido incrementando la violencia en todas sus formas, vista como la única manera de manifestar nuestros descontentos y nuestras frustraciones ante una sociedad cada vez menos justa.
Ante este complejo panorama de violencia y de injusticia, respondemos lanzando un llamamiento que surge de manera espontanea desde el fondo de nuestros corazones y que busca construir una sociedad más justa y tolerante.
Este profundo anhelo se llama “Misericordia”. Y es el Papa Francisco quien señala su profunda fuerza transformadora: “la misericordia para sanar las relaciones dañadas y volver a llevar paz y armonía a las familias, a las comunidades”, y a nuestras naciones. Nosotros y nuestras comunidades estamos llamados a ser “faros de misericordia” en medio de una sociedad que se encuentra enferma de miedo y dolor ante tantos atropellos e injusticias.
La misericordia va acompañada de la valentía para ir más allá de nuestras lógicas y poner la caridad en el centro de nuestras relaciones humanas; venciendo así el miedo que nos aleja y nos encierra en nuestros prejuicios y nuestras categorías, muchas veces construidas sobre falsas percepciones e ideas.
La invitación del Rector Mayor busca hacernos parte de las exigencias de los jóvenes para hacer realidad una sociedad más justa, partiendo de la construcción de comunidades donde las relaciones humanas y laborales se vivan en clave de misericordia. Es una invitación clara a evaluar nuestro estilo de relaciones y nuestros objetivos, no solamente en clave de eficiencia y rendimiento; es decir, medir de qué manera nuestras obras son reconocidas como signos de servicio y lugares de relaciones positivas y constructivas.
El camino ya nos lo ha señalado el Señor Jesús cuando nos invita a ir más allá de lo que humanamente parece posible. Amar no sólo al que nos ama, sino especialmente a quien se nos acerca como enemigo. Abiertos al diálogo, como única forma para conocernos, comprendernos y al mismo tiempo alejarnos de cualquier forma de violencia, de discriminación de personas y de injusticia.
Una obra salesiana debe ser “faro de misericordia” en cualquier ciudad, donde los jóvenes puedan mirar y encontrar los valores que sueñan vivir y que son posibles de alcanzar y defender.