La presencia del cardenal Parolín ofreció a la numerosa comunidad de Don Bosco de Roma la ocasión de agradecer a Dios por todas las gracias presentes en la Iglesia en la capital de Italia, y recordar la necesidad cada vez más apremiante de seguir un camino de santidad, tomando ejemplo de los ilustres huéspedes que ha tenido la Basílica: San Juan XXIII, San Pablo VI, San Juan Pablo II, Santa Teresa de Calcuta.
Si bien es cierto que cada uno de estos santos enseñó algo -recordó el párroco Roberto Colameo en su saludo de bienvenida al Cardenal- de manera particular Don Bosco mostró a la comunidad salesiana cómo se puede recorrer el camino de la salvación con esa alegría, esa felicidad propia de un corazón que está en paz consigo mismo, con Dios y con el prójimo.
Mientras tanto, el Purpurado expresando su asombro ante "algo muy grande" como el barrio Don Bosco, y ante "una iglesia tan grande" como la Basílica dedicada al fundador de los salesianos, recordó la proclamación del santo turinés por el Papa Pablo Juan Pablo II como "Padre y Maestro de la juventud", porque era apropiado este título para invocarlo y honralo, especialmente por quienes se consideran sus hijos espirituales.
El Secretario de Estado del Vaticano recordó así, que este título no contradice la enseñanza del Señor Jesús cuando dijo “a ninguno de vosotros llaméis Padre en la tierra porque sólo uno es vuestro padre, el celestial”; ya que la veneración de los santos no quita nada a Dios, y porque todos los santos son como ventanas abiertas a Dios. Esto también se aplica a San Juan Bosco, cuya existencia, animada no por el paternalismo, sino por la paternidad hecha desde su corazón de padre, se ha convertido en una ventana a través de la cual ver a Dios.
Don Bosco fue precisamente -explicó el purpurado italiano- uno de estos pastores, expresión del amor paternal de Dios por la humanidad, lugarteniente del amor de Dios, que dio a los jóvenes la inefable benevolencia del Señor, que no hizo de guía, sino que se puso al mismo nivel que el pueblo al que amaba, educando, consciente de ser medio del amor de Dios, padre para muchos jóvenes porque se refería al único Padre.
Si la comunidad educativa pastoral de la parroquia quiere actuar en el camino de santidad trazado por Don Bosco, recordó Parolin, es necesario, por tanto, seguir su ejemplo, referirse continuamente a Dios, haciéndose reflejo de su bondad.
De hecho, Su Eminencia recordó que el éxito de Don Bosco como "formador de maestros" de tantos jóvenes se debe a su ausencia de arrogancia, a su adhesión al espíritu evangélico, de hacerse pequeño, humilde, volviéndose así creíble ante los jóvenes quienes, por tanto, se abandonaron confiando en él, exactamente como Don Bosco se abandonaba a la Fe.
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