Recibido por el entusiasmo general de todos los fieles presentes, mientras el coro dirigido por el padre Francesco de Ruvo, SDB, entonaba el famoso canto salesiano Giù da 'Colli, el Santo Padre recibió el saludo del Rector Mayor, padre Ángel Fernández Artime, quien le agradeció esta audiencia especial a los peregrinos y devotos de Zatti.
Posteriormente, el Pontífice inició su discurso partiendo de la figura de Zatti como migrante. Mientras que en el contexto de las migraciones del siglo XIX muchos migrantes perdieron sus raíces y con ello su fe, los Zatti en cambio se mantuvieron fieles. “La participación en la vida de la comunidad cristiana, las relaciones cordiales con los sacerdotes, la oración común en casa, la frecuencia de los sacramentos no decayó. Artémides creció en un excelente ambiente cristiano”. Por eso, luego de conocer a los salesianos en Bahía Blanca, Zatti tomó la decisión de hacerse uno de ellos.
Describiendo a Zatti, a la luz del apodo que le fue dado en vida: "pariente de todos los pobres", el Papa Francisco recordó su celo incansable por todos los enfermos, fruto de la promesa hecha en su juventud después de ser curado milagrosamente de la tuberculosis. “En ese trozo de tierra patagónica, donde fluye la vida de nuestro Beato -comentó el Pontífice con palabras de gran delicadeza- se reescribió una página del Evangelio: el Buen Samaritano encontró en él, corazón, manos y pasión, ante todo por los pequeños, los pobres, los pecadores, los más pequeños”. Y prosiguió: “Así, un hospital se ha convertido en el 'El Hostal del Padre', signo de una Iglesia que quiere ser rica en dones de humanidad y de gracia, demora del mandamiento del amor de Dios y del hermano, lugar de salud como prenda de salvación".
Precisamente su unidad con Dios le permitió actuar como lo hizo por los necesitados: "El intenso trabajo y la incansable disponibilidad a las necesidades de los pobres estaban animados por una profunda unión con el Señor: la oración constante, la adoración eucarística prolongada, la oración del rosario. Artémides es un hombre de comunión, que sabe trabajar con los demás: monjas, médicos, enfermeros; y con su ejemplo y sus consejos forma a las personas, moldea las conciencias, convierte los corazones”.
Zatti como coadjutor: fue el tercer aspecto destacado por Francisco. Citó las palabras de Zatti que dan forma al lema de canonización -Creí, Prometí, Sané- y el episodio cuando el propio Zatti las pronunció. Para el nuevo santo estas palabras expresaban un programa de vida, una vida que, como observó el Papa, una vez "recuperada ya no es de su propiedad, sino enteramente para los pobres", y vivió esta misión en comunión con sus hermanos salesianos: "Él es el primero en estar presente en los momentos comunitarios; con su alegría y simpatía animaba la fraternidad".
Por último, el Papa Francisco, cuando era Superior provincial de los jesuitas de Argentina impulsó las novenas y oraciones por las nuevas vocaciones de los hermanos consagrados a través de Artémides Zatti, subrayó el papel de Zatti como intercesor, relatando su testimonio directo.
Y al concluir, el Papa reafirmó el valor testimonial y operativo de la consagración de hermanos, vocación elegida con plena conciencia y vivida en plenitud por el futuro santo. “Los hermanos tienen un carisma especial que se nutre en la oración y el trabajo. Y son buenos para todo el cuerpo de la Congregación. Son personas de piedad, alegres, trabajadores. No tienen 'complejos de inferioridad' por el hecho de no ser sacerdotes y no aspiran a ser diáconos. Son conscientes de su vocación y la quieren así”, afirmó con claridad el Papa, antes de dar a todos la bendición apostólica y dejar el aula Pablo VI acompañado del gozoso saludo de todos los fieles.